lunes, 23 de junio de 2008

Lluvia tanguera.


(publicado en igooh.com 01/2008)


Una mañana gris a veces nos lleva a inundar la casa de canciones ciudadanas.


Cuando llueve en la ciudad, llueve de verdad. No es una llovizna chiquita que molesta, no garúa, chispea decíamos de purrete. Los noticieros disfrazan la situación con un “copiosamente” y mirando la realidad por la ventana desmitificamos el dial y pensamos en “excesivamente”. En realidad cae agua, mucha, que rebota y salpica con ganas, fría. Llueve con ganas de seguir lloviendo, porque se marcan los globitos en la alcantarilla.
Cuando llueve se muere el prejuicio. El calor agobiante marcado por el mes interminable suponía algo así. Se avizoraba aunque sin precisión, la típica tempestad de veranito, que cuando llega se va casi al mismo tiempo, se queda un rato, toma unos mates a la tarde y ni bien termina la siesta se va. Pero no. Aún quedan coletazos de lluvias que nacieron vaya a saber dónde, cerca del polo, de las montañas, del mar y de allí el sifonzazo llegó a tapar este pozo.
Los colectivos se niegan a acercarse al cordón, algunos no hacen el intento si quiera de parar ante la mano erguida. Algún tachero se confunde y con las balizas se acerca rápidamente, sin chistar se suben empapados marcando el destino, sin antes maldecir al Diosa lluvia.
El hombre galocha más que exagerado y distintivo, como lo describe Sasturain, hoy es más observador que nunca o mejor dicho un escuchador.
Saludables titulares no desarrollados, la fugacidad de la info radial es marca registrada; no porque carezcan de idoneidad para hablar de Don Ernesto, quien ha sido nuevamente postulado al premio Nóbel, sino porque su código así lo indica. Para el desarrollo están los diarios… de su vejez.
Después de recibir el vómito de las noticias, pocas agradables y muchas de las otras; la gran mayoría de las otras, decidimos apostarnos en el rincón preferido del bodegón, limpiando el sillón por los pelos de Toulouse, que muestra los dientes con el ronroneo antipático que los perros emiten tras ser desalojados de su lugar favorito; con la falsa promesa de volverlo a su lugar.
Antes claro, ya ubicados los discos, le damos play a la concertina. Ahora sí, le pedimos fuego a la rubia mireya sentadita pegada al ventanal. Media mañana lluviosa con Astor de fondo y el amargo quemando el paladar imaginamos el dolor del fuelle al carraspear.
Se cuela el polaco en la balada para un loco; loco yo, loco vos, locos nosotros. La gata Varela se contornea en el Afiche. En la porteña soledad del callejón lo ilumina el regio bandoneón cuando aún el día no se anima a amanecer. Mientras los titulares se mojan, empapados de este actor, con el pastor, con el autor, con nombre de Piazzolla.
El chapoteo de los chicos saliendo del colegio marcan el mediodía, los autos se apresuran para llegar, todo el mundo va y viene, el mundo se bambolea. El mate lavó el alma un ratito y el bandoneón la secó. Se asoma el sol con timidez y se vislumbra una tarde húmeda. Rutinaria.
Ahora el sol se asoma buscando el empate. A esperar el arco iris!
DIEGO SPONTON Enero 2008 Santa Fe Capital.

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