jueves, 26 de junio de 2008

Y el premio pinocho es para...



Ahora apareció un video de cuando Kirchner criticaba las retenciones
Un periodista de Cañada de Gómez desempolvó una grabación de 2002 en Las Parejas, donde el entonces gobernador de Santa Cruz y candidato presidencial aseguraba que los derechos de exportación eran "una política equivocada" y servían únicamente “para bancar la burocracia del Estado nacional”.


Las retenciones son “una política equivocada” que sirven “para bancar la burocracia del Estado nacional”. ¿A quién corresponden las palabras? Nada más y nada menos que a Néstor Kirchner.

La grabación es de noviembre de 2002 en la localidad de Las Parejas, donde se escucha al entonces gobernador de Santa Cruz y candidato a la presidencia criticar la política de Eduardo Duhalde, quien era el primer mandatario nacional.

También se puede ver, en You Tube, el video de cuando el ex presidente decía todo lo contrario a hoy.

En el fragmento del discurso que Kirchner ofreció en Las Parejas, que junto a Armstrong forma parte del polo productivo de maquinaria agrícula más importante del país, planteó que las retenciones eran “una política equivocada”.

Consideró, además, que su objetivo era principalmente “bancar la burocracia del Estado nacional”. En este marco, argumentó que no solo Santa Fe era afectada por esta situación sino también Santa Cruz, su provincia, y Buenos Aires. Proponía, incluso, que con el dinero destinado a los derechos de exportación se conformara un “fondo fiduiciario” para la provincia.

Conocida es hoy la postura del presidente del partido justicialista, quien al igual que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner defiende el aumento de las retenciones: cree que de dar marcha atrás el pan subiría a 15 pesos el kilo y la carne rondaría los 60.

lunes, 23 de junio de 2008

Esperandola por segunda vez!!




Tradición teatral, agilidad televisiva y mística cinematográfica.
Y sobre todo, una sucesión de frases magistrales que compiten unas con otras por todos los primeros puestos en el inconsciente popular argentino. Todo eso convirtió a esta película en la más popular, amada, negra e hilarante de (y sobre) la Argentina.
Mientras se anuncia la puesta en marcha de una segunda parte, opinan Alejandro Doria, Jacobo Langsner y China Zorrilla.

Filmada en 1985, considerada por muchos una de las, si no la mejor comedia del cine nacional, reverenciada por un amplio público que, sin distingos generacionales, puede verla una y otra vez por televisión, siguiendo en voz alta cada escena, cada reacción, cada línea de diálogo, Esperando la carroza no es –sin embargo– una película excepcional. En efecto, durante la primavera alfonsinista no era nada nuevo, habida cuenta del éxito pasado de Teatro Abierto, desempolvar éxitos de la dramaturgia independiente (de Tito Cossa a Aída Bortnik) y acentuar los detalles “políticos” o “de denuncia”, mientras que el género comedia venía siendo un estándar de producción de la época, incluso desde antes del fin de la dictadura. La luz rebotada y plana que se repite en todos sus interiores bien podría pasar por la de una de Porcel y Olmedo u otro largometraje industrial, y sus decorados y el vestuario rutinariamente costumbristas distan mucho de los imaginativos despliegues con que, por aquellos años, un Solanas o una Bemberg fascinaban miradas exigentes. Tampoco puede decirse, en rigor de verdad, que haya un lenguaje de cámara exquisito o innovador, sino más bien uno a caballo entre cierto oficio clásico y los usos televisivos (así, por ejemplo, en alguna que otra escena del velorio, como el momento en que las adolescentes huyen de la habitación al ver a la abuela, soluciones poco felices del manejo de grupos en el encuadre obligan a los actores a desplazamientos injustificados, cuando no contradictorios), el talento de Doria siempre ha estado más del lado del manejo de los actores que de la cámara. Pero tampoco las actuaciones, si bien muy por encima de la media histórica en términos de calidad, parecen funcionar en un registro distinto del su tiempo y su tradición. No; lejos de ser una película fuera de lo común, el resultado de un trabajo individualísimo y visionario, Esperando la carroza sorprende porque en ella todas esas circunstancias habituales y ordinarias que en el resto de la producción de la época conducen al desastre, a la trivialidad, a un indefectible aburrimiento, aquí se aglutinan, condensan y adquieren su propio ritmo, casi como los proverbiales flancitos de Mamá Cora que la signan desde el inicio.
“A Lourdes no voy más. Iba siempre. Traía agua bendita para tomar con el mate. Pero la última vez me dio una diarrea... Al final ésa te cura de un lado, te jode del otro.” (Mamá Cora-Antonio Gasalla)

En tal sentido, la película realiza un mito largamente acariciado por la crítica, el de la genialidad del sistema, según el cual, en el marco de determinadas pautas industriales, tarde o temprano algún grupo de artesanos competentes y laboriosos pero no necesariamente inspirados en el sentido romántico del término –vale decir, visionarios, adelantados a su época– habrá de llegar a buen puerto (interpretación que, en más de una oportunidad, sirve de explicación para varios clásicos del período dorado de Hollywood). Encarna, además, otra leyenda igualmente potente, si bien más específica de la industria cinematográfica argentina: la fantasía del film popular, ése que sin mediaciones sea capaz de llegar a todos los públicos gracias a su acertada representación de “el ser nacional”. A fin de cuentas, desde La guerra gaucha (1942) hasta Mundo grúa (1999), pasando incluso por acercamientos al criollismo tan disímiles como el Juan Moreira (1973) de Favio y el Martín Fierro (1968) de Torre Nilsson, la idea rectora de un cine-espejo que hable “nuestro” idioma y muestre a “nuestra” gente ha sido el estandarte en nombre del cual se defienden –y perpetran–- toda clase de iniciativas a 24 cuadros por segundo, rigurosamente financiadas por el Estado en virtud, justamente, de la necesidad de reafirmar una cultura nacional siempre endeble, imperfecta y en riesgo.

Es desde este punto de vista, el de la construcción del relato y la intriga de la patria, donde comienza a revelarse el verdadero aporte de Esperando la carroza ya no al cine sino a la cultura argentina en su conjunto. Definitivamente lejos tanto de la esquemática idea de la viveza criolla en tono crítico (La fiaca) o celebratorio (cualquier comedia incluso al día de hoy) como de la apología moralizante del buen vástago de la familia-célula eclesiástica de la sociedad (las de Palito), este grotesco carente de las densidades psicológicas de Discépolo o Pacheco pero generoso en apuntes sociológicos, se atreve a representar al ser nacional no como un ente armónico y consistente, sino como el resultado de una tragedia de clase, atravesada por el desgarro de un ascenso socioeconómico diferencial.
“No soy muy amiga de las masas.” (Nora-Betiana Blum)

La distancia que separa a Antonio Musicardi (el personaje interpretado por Luis Brandoni) de sus hermanos, sobre todo de la misérrima Emilia (Lidia Catalano), es la misma que acosaba obsesivamente a los personajes de Florencio Sánchez, pero con una diferencia fundamental: en la Argentina de la segunda mitad de siglo, no es ya el acceso al conocimiento ni el sacrificio de los padres el que permite la movilidad social, sino los negocios sucios y la explotación directa o mediada de los contemporáneos. En la vinculación de Antonio con “la pesada” –ausente de la obra teatral, escrita muchos años antes de la dictadura–, así como en el trato chupamedias y servil de esa Susanita de Quino adulta que es Elvira (China Zorrilla), es mucho más que la complicidad de la clase media con el Proceso lo que queda al descubierto.

Lo que resuena de escena a escena, con la aterradora insistencia de una marcha fúnebre, es el retrato de un universo social que, en vez de Edad de Oro, en su pasado tiene por toda referencia un conventillo, la miseria como amenaza permanente, situación que no sólo explica sus permanentes “deslices” de clase (como aquel en el que incurre Nora, el personaje de Betiana Blum, cuando al salir de su casa da un besito a los faros del auto importado) sino que también le vale de justificación para cualquier medida que deba tomar con tal de evitarla. No hacerlo, lejos de constituir un gesto de dignidad o ética, es considerado una falta moral, como en el proverbial refrán de la época según el cual en este país no trabajaba el que no quería.
“Si existe el infierno, debe estar tapizado de hijos.” (Doña Elisa-Clotilde Borella)

Es por ello que, conocedora del paño, la Susana de Mónica Villa, aún hoy demoledora en su representación del explotado, no exige justicia, ni siquiera un reparto distinto de las obligaciones y los costos familiares, sino mera piedad cristiana: que se lleven a la abuela un mes, sólo eso. En el transcurso de la película, aprende que el juego se sostiene, por increíble que parezca, sobre el acuerdo tácito de no discutir plata, como intenta al principio, sino moral (de allí que, para llamar la atención, se vea obligada a delatar los cuernos de sus cuñadas). En semejante contexto, donde el sostenimiento de una fachada vagamente “católica, apostólica y románica” (al decir de Elvira) permite una construcción criminal de la riqueza, el abandono de la abuela trasciende el problema de la tercera edad para anunciar la exclusión de todos aquellos que, representando puro gasto –y, por ende, obstrucción del ascenso–, deberán ser irremediablemente dejados de lado.
“Gracias a Dios me crié en una casa católica, apostólica y románica.” (Elvira-China Zorrilla)

Con gran sentido de la oportunidad, Esperando la carroza captura ese orden, ese espacio social donde los distintos estratos se ven aún obligados a convivir, en el momento mismo en que la historia, por distintos procesos concurrentes (que van desde los primeros intentos de privatización hasta la sanción de la ley de divorcio), comienza a preparar su entierro. Hoy Elvira no tendría por qué temer la aparición de Susana y Jorge, así como Antonio y Nora, probablemente, jamás visitarían la casa de Sergio; los “hermanos” ya no se cruzan, el espacio ha sido eficazmente dividido. Si algo explica la perduración de la película más allá de su comicidad, de sus aciertos sociológicos y del probado oficio de Alejandro Doria, no es –como suele decirse– lo bien que retrata “cómo somos”, sino que permite un nostálgico viaje en el tiempo a una época en que la dinámica social argentina aún contemplaba el constante cruce de clases y una dinámica de intercambio, ese punto en que retrata “cómo éramos”.

Por más paradójico que parezca, al mismo tiempo que con su risa es capaz de reconocer la falsedad y la traición que subyacen a la metáfora de la sociedad como familia, el público de hoy añora los ravioles o fideos del domingo, ese ideal de estructura que los discursos cinematográficos y televisivos le han acostumbrado a percibir, desde los ya legendarios Falcón, como norma de contención y afecto (definitivamente aniquilada en los ‘90). Desde un presente tan atrozmente fragmentado, donde en muchos casos ni siquiera la familia, ese grupo tan próximo, oficia de lugar de reconocimiento, antes que como un espejo, Esperando la carroza funciona como el viejo álbum familiar, plagado de imágenes de seres absurdos, grotescos y crueles pero en alguna medida entrañables, cuanto menos por cercanos. Ahora que las Elviras a sus hijas no les pagan clase de francés sino de baile en el caño, que los hermanos ricos se encierran aterrorizados de los pobres y que la casa familiar apenas se sostiene en pie (como supo retratar, siguiendo la genealogía teatral del grotesco, La omisión de la familia Coleman), cuesta imaginar de qué trata la anunciada segunda parte, y aquellas crueldades del ser nacional, comparadas con las atrocidades de hoy, se nos antojan pueriles, perdonables, queribles.

Fuente:Pagina12.com

Chocar la calesita.


(publicado en sosperiodista.com 04/2008).


“Sin este previo punto de partida peyorativo, serían imposibles de comprender estas contradicciones” (Arturo Jauretche sobre la clase media en El medio pelo en la sociedad argentina).


Hace algunos años todo barrio se preciaba de tener una calesita cerca. Bastaba que hubiera un terreno baldío para que los fines de semana muchos chicos con sus familias se congregaran a su alrededor mientras compraban manzanas o higos bañados en caramelo, pochoclos o copos de “algodón” azucarado. La música alegre de Gaby, Fofó y Miliki y hasta alguna de Palito como “La Felicidad” inundaba el predio y se esparcía algunas cuadras a la redonda, donde a eso de las cinco de la tarde comenzaba el clima festivo del sábado.
Hoy muchas han desaparecido. Algunas se conservan como una antigüedad y hasta algún melancólico planea protegerlas declarándolas patrimonio cultural.
Carrusel, tiovivo, calesita, en verdad nadie sabe a ciencia cierta quien la inventó. La primera referencia es de 1648, cuando a un viajero le extrañó en Turquía- aún no se hallaba Alí Baba riojano- el “Maringiak”, un enorme plato con caballos de madera que giraba sobre sí mismo. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.
Se cree que el invento llegó a Europa en 1673, cuando Rafael Folyarte registró la primera patente de una calesita en Inglaterra. La bautizó “merry go round” (algo así como “vueltas alegres”). Luego el juego se propagó por Francia, exclusivo de la aristocracia y según algunos cronistas, fue desde allí que llegó la primera calesita a la capital de este país, en 1860. Allí aún no había boinas ambiguas ni mucho menos la panfletaria de hace un mes.
Las pioneras giraban impulsadas por un caballo, hasta que en los años 30 llegó el motor naftero y las famosas calesitas rosarinas de los hermanos Sequalino.
El primer carrusel nacional tuvo un encanto que perdura hasta nuestros días. Sequalino Hnos.- haciendo las veces del General del partido más popular del país, el primer trabajador, pararán parán pam pam…- le encargó al tallista Ríspoli- como el astuto decorador de interiores de los 90s- su ornamento quien ejecutó figuras corpóreas como caballos en exposición, leones y burros. Además talló doce biombos de cedro policromado con temas circenses y el cuento de los Tres chanchitos y el Lobo feroz. Encabezando la fábula figuras de renombre nacional como Moreno, Moyano, el Aníbal y completando el staff con el primer protagónico para el feroz Señor K.
La tradición de la sortija, único recurso para dar “una vuelta más” a las benditas-malditas retenciones, cuando papá-campo no quería pagar más boletos, tiene su origen en la década del 30 cuando solían encontrarse calesiteros nómades, que armaban sus calesitas en cualquier potrero, permanecían un tiempo y luego se mudaban a otro sitio.
A pesar del tiempo y la generalización de los juegos electrónicos, descubrir en una Plaza una calesita- con monos grandes y con retrógrados de camisa negra- sigue provocando la sonrisa de los más pequeños y de algunos mayores que evocan su infancia, te acordás hermano qué tiempos aquellos del 55, a través de la música, el colorido y tal vez alguna pancarta haciendo referencia a algún medio que emite, pero que no se mire.
Una historia simple, pero con la enorme virtud de traernos a la memoria sólo los recuerdos más felices.
Si bien es cierto que el Señor K forjó lazos entre su ahora dominante caterva en el partido peronchista y otras agrupaciones de izquierda y de centro, desde muchos puntos de vista el Señor K y su esposa han usado clásicas tácticas peronistas para consolidar su poder.
La administración santacrucificada gobernó de manera semi-autoritaria, basándose en decretos para hacer aprobar importantes leyes. Fortaleció vínculos políticos con gobiernos locales usando fondos del Estado y el gasto trepó bruscamente durante la campaña electoral. La administración pública y el poder judicial se han politizado y han perdido su independencia. Incluso estadísticas básicas como las cifras oficiales de inflación ya no son confiables a causa de la intervención del gobierno.
La propia candidatura de Reina K se decidió a puertas cerradas, lo que refleja un enfoque intolerante y excluyente al proceso político. En primer lugar, aunque los altos precios de los commodities y el clima favorable en los mercados financieros han contribuido a que la Argentina pueda tener cuatro años de rápido crecimiento económico, se necesitan instituciones más creíbles para lidiar con una creciente inflación y restricciones en la capacidad.
Segundo, sin una política más responsable y abierta, las divisiones sociales en Argentina pueden volverse más pronunciadas. Los argentinos más pobres -quienes han sido los principales beneficiarios de la creación de empleo y del gasto público- votaron masivamente en favor de Reina K. Pero en el caso de muchos argentinos en mejor situación económica, el estilo arbitrario del matrimonio contribuyó a un creciente desencanto con la política, lo que se observó en la gran cantidad de gente que no votó y en el fuerte apoyo que tuvo la oposición en las ciudades más importantes del país.
Al convocar a los argentinos a reconstruir el tejido social y al dejar de lado el lenguaje de confrontación, Reina K ha demostrado que es consciente del desafío. Sin embargo, sigue siendo una incógnita si una dirigente política tan sumida en las tradiciones verticalistas de aquel partido peronista puede liderar el proceso del verdadero cambio que la Argentina necesita, porque de hecho se observa todo lo contrario. La crispación del poder conyugal no le conviene a nadie. Lejos de lograr la “unión de todos los argentinos”, fragmenta con saña e invita a decidirse por unos u otros. O se está con el Gobierno o con los medios; con el Gobierno o con los empresarios; con el Gobierno o con el campo; con el Gobierno o con la clase media…en fin, enfrentar argentinos con argentinos. Esa parece ser la premisa que enarbola el kirchnerato desde aquel 2003.
El sentido común de los hombres del campo parece no tocar las decisiones del Gobierno y los medios reproducen el retruque de ambos a lo largo y a lo ancho del país. Calificar de golpistas o de oligarcas resulta una especie de bumeran que debilita más, aún sin saberlo-por mera soberbia- al acusador que al acusado.
El producto político que más vende es por lo general uno que apela al falseamiento de la realidad, porque de esa forma satisface a un público que prefiere una bella ilusión a enfrentarse con la realidad y sus dificultades. El político que miente, como el medio que reproduce falsedades o que promueve lo que suele pensarse como frivolidad, está dando a la gente lo que la gente quiere.
Ha hecho el Gobierno un esfuerzo enorme por poner en peligro el mejor momento económico del último siglo en la Argentina por una combinación de ambición política con erróneas medidas técnicas.
Tuvo oportunidades la presidenta para corregir errores pero “guay” si se equivoca y logra desdecirse, porque “juna el ambiente” entonces lo que se dice se hace y sin chistar, y el que no lo entienda está en contra de los argentinos. Será un signo de debilidad y no de grandeza retroceder en sus pasos porque el orgullo los vuelve ciegos. Ahora cuando no tengamos vacas comeremos gorilas, diría un peronista melancólico, al cual hay que preguntarse si los pingüinos se pueden ordeñar.
Y por confundir los motivos y la profundidad del reclamo de los productores agropecuarios (no solo los sojeros, sino también ganaderos o tamberos. que en la mayoría de los casos combinan producciones) se llevó al país a un estado de invalidez económica.
Varias actividades industriales están paralizadas, el comercio desabastecido, las exportaciones frenadas. Una combinación ideal para liberar viejas y malas prácticas argentinas: el que tiene no vende por las dudas y el que vende remarca los precios porque no tiene certeza de cuándo y a cuánto va a reponer stock.
Los que salieron a la Plaza decían que estaban a favor del campo. Los que llegaron después aducían defender al Gobierno. Si no se está de un lado o del otro de la cuestión “no somos argentinos”.
La respuesta a esto es simple, punto uno: al buen pensante y sensato señor no se le ocurriría jamás boicotear o intentar desestabilizar un Gobierno legítimamente designado; y punto dos: al buen pensante y sensato señor no se le ocurriría jamás querer que le vaya mal a un sector que impulsó una notable recuperación económica en el país.
Por esta simple ecuación no hay que por qué estar contra del campo o en contra del Gobierno. Plantear la dicotomía Campo-Gobierno es un absurdo excesivo que no hace más que alejarnos de la real cuestión de fondo a debatir sobre las retenciones y su eficacia como instrumento de la distribución del ingreso. Punto.
Ahora bien, los planteos urticantes desde el atril son lanzados y se derraman cubriendo toda la sociedad, como así también lo están las reacciones que estos producen. La provocación genera un malestar incómodo en cualquier circunstancia; y si las palabras no se moderan y los discursos no se ajustan con la sensatez y el atino necesario, el diálogo nunca va a existir.
Y no llegar a buen puerto producirá heridas que jamás cicatrizarán. Por qué, porque el espíritu de revancha y venganza se respira en el aire, se transforma en un fantasma que aparece, se va y vuelve de la mano de la crispación y el dedito acusador o el puntero y el grito de maestra ciruela.
Los ministros a cargo de la cartera económica de la República en estos últimos años no son más que peones que salen, avanzan un paso y se los devoran, y pase el siguiente para repetir la acción; ni siquiera son alfil.
Es una severa tragicomedia donde los imberbócratas y los infinitos adictos al oportunismo prefieren creer que todavía hay muchas vueltas que dar en una calesita, condenada al impacto sobre su eje, ya sin sortija que alcanzar para subir una vuelta más.


Diego Sponton 24/04/08

Suponete.


Me acaba de llegar este mail. De cómo entender el conflicto Gobierno vs. Campo o cómo explicárselo a un extranjero.


Suponete...

'Un día como hoy pero de 1980, suponéte, que yo heredé una fábrica de consoladores. Durante 20 años la pude mantener de pedo. Hacía consoladores para la Argentina porque mis costos eran muy altos y mi fábrica no era competitiva para exportarlos. Los consoladores taiwaneses y los de India eran mucho más baratos. En fin, suponéte que mi problema era que por cada peso que yo ponía, mi fabrica podía producir solamente 5 ctvs. más. Esto en las mejores épocas. En otras, suponéte, que directamente perdía plata. Ahora, los taiwaneses, por cada peso invertido ganaban 40 ctvs., con lo cual, ellos podían bajar el precio de venta de sus consoladores para competir con los míos y es así que ellos vendían más consoladores que yo.
Para fines de los ´90 mi fábrica estaba fundida y yo debía mucha plata al banco.
Ahora, suponéte que un día el gobierno decide devaluar la moneda. En el gobierno piensan que si se devalúa la moneda se favorece a la producción porque se achican los costos nacionales en relación al precio internacional. A mí me re-conviene porque puedo empezar a ganar más plata por cada peso invertido y así puedo competir con los consoladores taiwaneses.
Para devaluar la moneda la sociedad entera tiene que pagar el costo: luego de una devaluación los sueldos de toda la gente valen menos que antes, aunque en números sea lo mismo, pueden comprar muchas menos cosas. Igualmente la sociedad decide hacer ese esfuerzo porque sirve para reactivar la producción y generar trabajo para todos.
El gobierno, en su decisión de favorecer a la producción, me refinancia mi deuda con el banco, me da una tasa de interés muy barata y yo puedo quedarme con mi fábrica. Además, para mantener el precio de la moneda devaluada sale a comprar dólares todo el tiempo, miles de millones de dólares para que los consoladores argentinos sean competitivos. Encima, como yo para hacer consoladores necesito goma y la goma es un derivado del petróleo y como el petróleo tiene precio internacional y está en dólares y cada vez más caro, el gobierno me rebaja el costo de la goma, subsidiándola. Tanto la plata para pagar mi deuda con el banco, como la plata para mantener alto el dólar, como la plata para financiarme la goma, sale de las arcas nacionales, del Estado. Es así que, entonces, todos los argentinos ayudan a pagar mis deudas y a financiarme los costos de mi producción.
En fin, ahora yo tengo mi fábrica con una rentabilidad bárbara de 35 por ciento por cada peso que invierto. Encima, se reactivaron todas las fábricas del país, creció el trabajo y los salarios. Ya van 5 años seguidos en que la situación mejora cada día. Mi actividad está tan subvencionada que prácticamente no tengo riesgo empresario, es decir, tengo que hacer fuerza para que me vaya mal.
¿Y entonces qué pasa? Pasa que de golpe en China hay una revolución sexual. Todas las chinas se revelan, se cansan de que los chinitos no se pongan las pilas en la catrera y salen como locas a comprar consoladores de goma. Miles de millones de chinas -desesperadas- haciendo cola para comprar artefactos que satisfagan sus necesidades. En China, el gobierno declara la Emergencia Sexual y saca una Ley de Seguridad Consolante: abre las fronteras, sin impuestos, para todos los consoladores del mundo que quieran entrar en la China. El precio internacional de los consoladores se dispara, un consolador sale dos, tres, hasta cuatro veces lo que salía antes.
A mí me viene al pelo. Suponéte que, de pronto y por una cuestión ajena, por cada peso invertido puedo sacar hasta dos pesos con treinta centavos, ¡una rentabilidad del 130 por ciento! De golpe, hacer consoladores no sólo es una actividad que me permite vivir bien, ahora me permite hacerme millonario. Y eso que sigo siendo un 'pequeño productor de consoladores', que no es lo mismo que 'productor de pequeños consoladores'. Así y todo estoy ganando, suponéte, 40.000 pesos por mes. Chocho.
¿Pero qué pasa? Como hacer consoladores es tan rentable, muchos de los que hacen fideos, remeras, lapiceras, latas de comida, remedios o galletitas se vuelcan masivamente a la industria del consolador porque todos quieren hacer mucha plata, obviamente. Como consecuencia, en Argentina pasan tres cosas:
Todos los consoladores se venden al exterior, dejando a los consumidores de consoladores argentinos sin el producto o al mismo precio que se paga afuera (carísimo). Como nuestros sueldos están devaluados y están devaluados para que se puedan fabricar un montón de cosas, esta consecuencia es absolutamente injusta ya que hacemos el sacrificio para que se puedan fabricar consoladores pero nos quedamos sin la capacidad adquisitiva para poder comprarlos.
Como consecuencia de que muchas fábricas se cambian al rubro de los consoladores de goma, se dejan de fabricar muchas cosas y al haber menos cantidad de esas cosas, aumentan de precio, con lo cual nuestros sueldos pierden poder adquisitivo con respecto a todos los productos.
Además, como es tan rentable hacer consoladores, mi fábrica aumenta de precio. Antes valía 100.000 pesos, ahora vale 500.000 pesos. Entonces yo ahora ya ni siquiera trabajo. Directamente me conviene alquilar mi fábrica a otro que la trabaje mientras yo me rasco el higo todo el día. Vienen fondos de inversión, pooles y empiezan a alquilar fábricas en todo el país y las dedican a la producción de consoladores.
El gobierno, entonces, tiene que hacer algo. Porque la gente lo votó por haber reactivado la economía pero siempre y cuando los sueldos alcancen para vivir, lo cual es lógico. La gente aceptó pagar el costo de la deuda de los sectores productivos, pero a cambio de poder trabajar y comer, como mínimo y, por ahí, en el mejor de los casos, progresar.
Y lo que hace el gobierno es ponerme retenciones móviles a la exportación de consoladores, con lo cual, ahora mi rentabilidad vuelve a ser del 30 por ciento. Cuando aumenta mucho el precio del consolador, aumentan las retenciones; cuando baja el precio del consolador, baja la retención. Yo siempre gano lo mismo, o sea, mucho: 30 por ciento anual, que es seis veces más que lo que gana una fábrica de consoladores en cualquier lugar del mundo.
Suponéte que, entonces, yo soy un tipo muy irracional y egoísta. Suponéte que además no tengo memoria, no me acuerdo de lo mal que me iba antes y me olvido, además, de los esfuerzos que hizo toda la sociedad para que a mí me vaya bien. De golpe me junto con todos los productores de consoladores y me pongo a armar un gran quilombo. Corto las rutas y no permito el paso de ningún otro producto. Genero desabastecimiento, suben los precios, la gente pierde aún más poder adquisitivo, etc.
Para justificarme, me dedico junto a mis compañeros fabricantes de consoladores a diseñar un discurso que me exculpe de mis acciones antipopulares y desestabilizadoras: 'Consoladores=Patria', 'Paja o Muerte', 'Todos somos Consoladores', 'No al Aborto, Sí al Consolador', 'Con los Consoladores estábamos mejor', 'K tirame la goma'.
La oposición y los medios me apoyan, aunque lo hagan solamente porque están en contra del gobierno y se aprovechan de la situación. Suponéte que a mí no me importa y me aprovecho también de ese apoyo.
El gobierno no me reprime, es sumamente racional al respecto del manejo del conflicto, entonces yo me aprovecho de esa situación y radicalizo mi protesta. Los medios y la clase alta, que siempre habían condenado los cortes y el uso de la fuerza en la protesta, ahora lo apoyan, con lo cual todo me sale redondo.
Hasta acá la historia es igual a la del campo. Pero suponéte que en vez de pasar lo mismo que pasa con el campo, en el conflicto de los consoladores pase otra cosa. Suponéte que de golpe, el gobierno dice: 'Bueno, tenés razón. Te voy a sacar las retenciones móviles.' Yo me pongo re-contento, hago un acto en Rosario y salto de alegría por haber ganado la batalla junto a todos mis amigos de la Sociedad Consoladora Argentina, el Pro y la Carrió que apoya cuanto consolador se le cruza. Gané la batalla.
Al otro día, el gobierno dice: 'Te saqué las retenciones, pero también se las saqué al petróleo y además dejé de comprar dólares para mantener el tipo de cambio y, además, ¿sabés qué?, voy a dejar de financiarte tus deudas con el banco y voy a liberar las paritarias para que los trabajadores exijan los sueldos que quieran y voy a dejar de hacer rutas para transportar consoladores y voy a mandar esa guita para hacer hoteles de alojamiento populares y además voy a lanzar un montón de medidas para fiscalizar a la producción de consoladores porque ese sector es el que más evade impuestos en nuestro país.'
Entonces, aumenta la goma en dólares. Y el costo del trabajo aumenta a valores europeos. Y encima tengo más presión fiscal y se me va un 33 por ciento de la ganancia que antes no pagaba porque me hacia el dolobu. Para colmo, se revalúa la moneda porque ya el gobierno no sale a comprar dólares, con lo cual la diferencia que hacía antes en el mercado internacional se achica. Ahora no tengo retenciones y, aunque sigo ganando plata, gano inclusive menos que cuando tenía retenciones.
Un día se acaba la fiesta sexual en China. Las minitas vuelven todas al lecho masculino porque los chinitos se pusieron a estudiar tantra como locos y ahora pueden mantener una erección durante 48 horas seguidas. El sexo adquiere la calidad de 'Actividad Protegida por la República Popular China'. Por efecto de la transnacionalización de la cultura oriental, se abren escuelas de tantra en todo el mundo. Los consoladores pasan de moda. El pene, viejo y peludo nomás, vuelve a ser el mejor amigo entre las chinitas de todo el mundo. Los hombres readquieren su seguridad, pues se habían visto reemplazados por simples pedazos de goma. Al haber volcado sus esfuerzos en hacer la vida de sus compañeras más placenteras, abandonando el egoísmo sexual que los caracterizaba, la humanidad entera se encamina hacia una época más feliz.
Suponéte que en Argentina ahora nos tapan los consoladores. No nos sirven para nada. Encima perdimos la capacidad de producir cualquier otra cosa. No nos tecnificamos, no nos modernizamos, no diversificamos nuestra producción, en fin, se nos pasó el tren.
Ahora mi actividad no tiene ni renta extraordinaria ni el apoyo del estado. Suponéte que tengo miles de cajas llenas de penes de goma y que me los tengo que meter en el culo.
Suponéte.

El penúltimo Sabina.


(publicado en ellitoral.com 12/2006).


Acaso cuando uno decide asistir a un concierto de Joaquín Sabina no dimensiona muchas cosas: sufrir por una entrada 5 horas delante de la computadora, viajar a Buenos Aires al estadio con mayor acústica de Latinoamérica; no imagina a Juan Carlos Baglietto “con la frente marchita”, ni mucho menos fundidos en un abrazo, desviando misiles de hipocresía, al colchonero y al canalla. Tampoco se concibe las 8 mil entradas por hora, ritmo de venta que no superaron artistas de la talla de Robbie Williams y U2. Ni siquiera semejante afición ultramarina cargadas de ansiedad en las cuadras de La Boca.

Cómo explicar el morbo de nuestros países del sur, de que estaba enfermo y pensar que no iba a cantar más: “os vamos al entierro, os vamos a verlo” reconoció alguna vez. Tampoco uno lo imagina cantando con voz quebrada pero intacta; claro está que si falla la garganta canta el coro. Cómo presumir que terminaría por crear un movimiento sísmico que lo convierte en estrella de rock. Sube, toca, pasea, opina y canta.

Un pirata cojo que se mueve con cierta ambigüedad, entre la excentricidad y la familiaridad. El capitán que se divierte como un niño con traje gris y sombrero de bombín. No finge aparentar sus cuarenta y diecisiete, a pesar de que se despide pero se queda, no se pone de rodillas, ni vende pastillas para no soñar; ahora que está más vivo de lo que estaba, maquilla el verbo florido con su rota garganta.

Estuvo el tierno, el cínico, se ausentó el estrés, no fue el valium, ni la coca; brilló Helen como la Magdalena, no faltó mademoiselle en la carretera y top manta. Mucho, demasiado, para un “tío” que hace dos años estaba con pronóstico reservado. Baudelaire con guitarra madrileña se despidió sin alejarse, como un viejo trovador, en fin...como el penúltimo Sabina.


Diego Sponton 12/2006

El ágora de la gente.


(publicado en ellitoral.com 02/2008).


El Gobierno provincial decidió terminar el verano en la Plaza de Mayo. Y organizó un ciclo de eventos públicos gratuitos para grandes y chicos, frente a Casa Gris. Aquí una opinión del tema.

Se trata de una plaza grande, pero es más que eso. Marcada por la historia, envuelta en pancartas, enjuiciada por los cánticos y escenario de innumerables jornadas de protestas. Cuando la Plaza de Mayo fue nuestro jardín.


Esta Plaza se escribe con mayúsculas. Y atravesando los últimos días de febrero, a falta de carnaval, más humana se torna la plaza más representativa de la ciudad. En el ágora, la discusión política y las reflexiones filosóficas han quedado de lado. Esta vez la asamblea de la plaza pública ha encontrado su ribete artístico. Los sábados de febrero han tenido una performance distinta: Cantautores, diseñadores, artistas callejeros, espectáculos al aire libre, tango y milonga. Acrobacias aéreas e intervenciones lumínicas sobre la fachada de la Casa de Gobierno fue la increíble kermesse que tuvo una aceptación asombrosa en el público presente y ausente. El ambiente ha sido de barrio, al estilo de los viejos bailes, una kermesse con mesas y sillas, guirnaldas de colores; el escenario apropiado para que actores santafesinos animaran cada noche de sábado, donde nadie se ofendió y los insultos brillaron por su ausencia. La familia representaba a los concurrentes. Con niños revoloteando de un lado a otro de la Plaza, los jóvenes aplaudiendo y cantando en cada uno de los recitales, los mayores paseando por los puestos abarrotados de señoras preguntonas. Toda la ciudad pasó por el amplio jardín de la Casa Gris, aprovechando cada uno de sus espacios y rincones, disfrutándola, conociéndola un poco más; quizás en otra faceta, un poco más artística, más alegre, igual de ruidosa, pero con otros sonidos, con ecos de carnaval, con la euforia provocada sólo por la alta temperatura del verano. Donde los funcionarios eran público, mezclados entre la concurrencia, repartiendo charlas y saludos; esta vez sin micrófonos, ni promesas, ni demagogia. Aplauso, medalla y beso para un servicio cultural al alcance del ciudadano de a pie. Fue entonces una mixtura entre aquel ágora de Atenas, de debates sociales y políticos, de reuniones para discutir las leyes y decidir el futuro ciudadano en manos de los mejores oradores; y este ágora contemporáneo, sin zonas de residencia, como espacio abierto a las expresiones, donde se conjuga el buen gusto con las distintas opiniones, donde la cultura encuentra su lugar y el estado de una vez por todas parece un poco más nuestro. La Plaza como centro cultural no es otra cosa que la capacidad de reflexionar sobre nosotros mismos.


Diego Sponton 02/2008.

Hace 5 años: también 29, también martes.

(publicado en sosperiodista.com 04/2008)
"A cinco años del desastre y con el tiempo suficiente para un análisis de lo ocurrido, aún no se deslindan responsabilidades en lo que el entonces presidente Duhalde definió como catástrofe nacional. Hubo pérdidas económicas y materiales millonarias. Y murió gente. Sin embargo, algunos todavía piensan que como llovió tanto, en una de esas, la responsabilidad es de San Pedro". Nuestro periodista ciudadano recuerda el desastre provocado por las inundaciones en Santa Fe en el Día del Animal. Descubra el por qué de la coincidencia.


Ya a fines del siglo XIX, muchos hombres tomaron conciencia de que el desprecio por los animales y la voracidad humana estaban provocando el maltrato hacia mucho de ellos, y peor aún, la extinción de numerosas especies, lo cual una vez que ocurre es irremediable. Si hubieran pensado así los primeros habitantes de esta tierra y tomado la decisión de no “limpiar” las pampas con “la espada”, no hubiera sido necesario firmar la matanza con “la pluma” y decorar discursos con “la palabra”.
Ese hombre fue el ex presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento. Junto con él y otros compañeros el Dr. Ignacio Lucas Albarracín (también sanjuanino) creó la sociedad argentina protectora de animales.Allí se desempeñó como secretario y, al suceder a Sarmiento, como presidente; Albarracín promocionó la sanción de la ley nº 2.786, de protección de animales (promulgada el 25 de junio de 1891), que establece la obligatoriedad de brindar protección a los animales, de manera de impedir su maltrato y su caza.
El Dr. Albarracin falleció el 29 de abril de 1926, y en honor a este incansable luchador en defensa de los derechos de los animales, la sociedad protectora de animales, eligió esta fecha para conmemorar el día del animal.
Bajo el agua
En menos de cuatro años, Santa Fe fue inundada dos veces. La primera, en 2003, como consecuencia de la corrupción que dejó ochocientos metros sin construir de un paredón que debía proteger la ciudad de la crecida del río Salado. El terraplén costó 25 millones de dólares y fue pagado por los todos los habitantes de la provincia. Sin embargo, por ese agujero que nadie vio, irrumpió el agua y la tercera parte de la ciudad quedó bajo agua, tal cual habían previsto los gobernantes.
La segunda, a fines de marzo y principios de abril de 2007, cuando los desagües no funcionaron, nueve bombas extractoras no trabajaron y las obras que dijeron que se harían fallaron o se volvieron en contra de la población. De la misma gente que sufrió la anterior inundación. Los pobres de siempre. En el territorio que exporta alrededor de siete mil millones de dólares al año, no hubo colchones suficientes para los evacuados.
“Yo no diría que en este momento hay que hacer una evacuación masiva”. El día martes 29 las aguas eran incontenibles, pero por la mañana a través de LT10 el intendente Marcelo Álvarez decía que en ese momento no había que hacer una evacuación masiva y calificaba como seguras zonas que luego, en pocas horas, estarían bajo las aguas.
Todo era un caos. Los santafesinos iban y venían por la ciudad tratando de salvar sus pertenencias o algunos sólo sus vidas que era lo último que les quedaba. El río se llevaba todo lo que encontraba a su paso. Los vecinos luchaban contra lo imposible. En algunos lugares pretendían frenar el avance de las aguas con bolsas de arena o lo que se les ocurriera para improvisar algo que actuara como dique. Las lanchas que iban y venían recorriendo las calles transformadas en río. Los gritos. Los que pudieron salir y los que el agua se llevó, que, hasta ahora, no hay certeza y unanimidad de cuántos fueron.
La inundación que padeció la provincia de Santa Fe fue devastadora y Eduardo Duhalde, presidente en ese entonces, no dudó en calificar al hecho en forma inmediata como “catástrofe nacional”. (La Nación, 1/5/03)
Carlos Reutemann, ex piloto de F1 devenido en político de la mano de Carlos Menem, hizo las primeras estimaciones y dijo que los daños superaban los U$S 800 millones (Clarín, 21/5/03). El sector agropecuario ya había denunciado la pérdida de los cultivos de maíz, algodón, sorgo, girasol, soja, forrajes, pasturas naturales y hortícolas. La ganadería también fue seriamente afectada por la pérdida de pasturas, las dificultades para el traslado de hacienda, y la mortandad y disminución de peso de los animales impactó sobre la producción láctea.
Los distintos medios del país reflejaron el avance de las aguas hacia lugares que los santafecinos nunca imaginaron podrían llegar.
Duhalde y Reuteman inmediatamente remarcaron que lo sucedido era absolutamente imprevisible. Reuteman declaró a medios nacionales no tener responsabilidad por no haber previsto la manera de contrarrestar la crecida (La Nación, 1/5/03).
Pero hay publicaciones periodísticas que advirtieron respecto de la situación que se estaba viviendo antes de ocurrido el fenómeno.
El 8 de mayo Pagina 12 publicó una nota en la que hace una breve reseña de las notas periodísticas relacionadas con esta cuestión y que de alguna manera advertían que las cosas no estaban bien. Lo que no queda claro es si existió alguien del Estado con inquietudes previsoras que consultara a los especialistas si la situación podía empeorar.
Página 12 refiere una nota del diario La Nación del 17 de marzo en la que se advierte sobre una crecida “excepcional” del río Salado.
El 18 de marzo el diputado Juan Domingo Demaría declaró a El Litoral que había zonas en la provincia “que están muy mal como Villa Saralegui, donde hay evacuados, los caminos están cortados y la masa líquida que se desplaza hacia el Salado va a tardar en escurrirse”.

Dos días después, el Litoral de Santa Fe habla de “lluvias y temperaturas fuera de lo normal”. Dice Pagina que el artículo citaba un informe difundido en Buenos Aires por el meteorólogo Norberto García, en el marco del XVIII Foro Regional para el Sudeste Sudamericano. Al encuentro habían concurrido representantes de Santa Fe.
“La situación hídrica preocupa a entidades de la producción” titulaba El Litoral el 24 de marzo, reproduciendo palabras del presidente de la Sociedad Rural de San Cristóbal, Francisco Mayoraz. En esa misma edición se advertía sobre las “excesivas precipitaciones que se registraron recientemente en el noroeste de la provincia y que, como se sabe, bajan hacia el sur”.
Al día siguiente el diario santafesino continuaba el relato de los acontecimientos, en tapa decía: “La lluvia continúa y los efectos son dramáticos”. Y el 26 decía: “Inundaciones: califican a la situación de catastrófica”, mientras el director de Defensa Civil, Carlos Filomena admitía la existencia de 1500 evacuados.
Los muertos
No fueron coincidentes, y aún hoy aparecen números que cuestionan los números oficiales.En un momento se dieron cifras realmente escalofriantes, como las que difundió el Secretario de Salud de Entre Ríos, Alberto Rotman quien afirmó que: “se espera que haya más de 1.000 muertos”, mientras que funcionarios santafesinos hablaban de 23.
El 31 de julio, TELAM publicó una información que decía que “La organización no gubernamental Médicos del Mundo afirmó que la cantidad de muertos en las inundaciones de Santa Fe “podrían ser más de 100″, según una “proyección estadística” que realizaron desde el área que relevaron.
Algo podía ocurrir
Además del Ingeniero Carlos Paoli, Director del Centro Regional Litoral del Instituto Nacional del Agua, que en el año 1992 había realizado un estudio por expreso pedido de Carlos Reuteman, y las diversas publicaciones periodísticas que pudieron haber servido de advertencia a los funcionarios del área como para actuar de oficio, hay otros elementos que contribuyen a generar dudas sobre la eventual negligencia gubernamental.
El ingeniero Paoli le dijo a Pagina/12 (8/5/03) que “ya en 1992, por expreso pedido del primer gobierno del Lole se hizo un pronóstico para una hipotética crecida del río Salado a razón de más de 3000 metros cúbicos por segundo. En la actual se habría alcanzado, según datos del INA, entre 3100 y 3500 metros cúbicos por segundo. Lo más importante es que ya en aquel año el mapa estableció hasta dónde llegaría el agua y es prácticamente el mismo lugar que fue ocupado por esta inundación”.
Si bien por falta de las estaciones desmanteladas y otras causas no se podía cuantificar la inundación, sí en cambio se podía saber, mediante la metodología del análisis probabilístico que sería de magnitud, cosa que finalmente ocurrió, tal como lo había pronosticado Paoli en 1992.
El estudio de Paoli fue tenido en cuenta parcialmente. Se construyó una defensa que constaba originalmente de tres tramos. Quedó inconcluso el tramo III, por allí ingresó el agua.
Previsibilidad
De acuerdo al informe del Ingeniero Schreider, conceptualmente coincidente con el ingeniero Paoli y otros organismos, no existía la posibilidad de prever cuantitativamente el fenómeno (cantidad de caudal) porque el Salado no tiene un sistema de alerta hidrológica. Sin embargo, sostiene Schreider que “sí había elementos cualitativos de previsibilidad, por ejemplo el sistema de pronósticos de alerta hidrológico de la Cuenca del Plata. Allí, a partir de una imagen satelital se veía con claridad que había una mancha de inundación y su destino lógico era la ciudad de Santa Fe.
Otra evidencia cualitativa eran los impresionantes valores de lluvias y los signos de aguas arriba, de que ciertas obras habían sido superadas, como los puentes cortados en San Justo, o sobre la ruta 4 (…) había indicios de que algo grande iba a suceder”
El editorial del día 5 de mayo de diario Clarín, comparte la previsibilidad que hubo respecto de este fenómeno: “… diversos organismos oficiales, como el Instituto Nacional del Agua, el INTA y el Conicet, alertaron que habría precipitaciones por encima de lo normal, lo cual debería haber servido para tomar medidas preventivas y reducir daños”. Y párrafos más adelante, el texto señala que “el desastre debe servir como experiencia, tanto en esa provincia como en el resto del país para valorar las políticas de prevención y comprender que lo que se gasta en ellas es una inversión que evita costos económicos y humanos en el futuro”.
Precisamente, en este aspecto, la geógrafa Claudia Natenzon (egresada de la UBA, doctorada en la Univ. De Sevilla y con amplios antecedentes académicos y en investigación), dice que “una inundación tiene más causas políticas que naturales”, afirmación que sirve de título a una entrevista publicada en Clarín el 11 de mayo de 2005.
Natenzon afirma que “el hombre puede controlar la naturaleza” y que para comprender lo de Santa Fe hay que enfocarlo como un problema social y político antes que natural. Porque la forma en que una sociedad advierte, enfrenta y resuelve una catástrofe no es natural, sino que tiene que ver con cómo resuelve todos sus problemas, y uno de ellos es el ambiental, incluso en épocas normales.
Natenzon apunta al corazón de la cuestión desde el punto de vista del abordaje teórico de la realidad. Plantea que hay que construir un modelo de análisis y no duda en afirmar que deberían hacerse planteos desde la Teoría Social del Riesgo, que plantea que este es parte inherente a la sociedad moderna por ello es necesario el conocimiento para tomar decisiones.
Recordemos que las estaciones de medición o monitoreos fueron desmanteladas por cuestiones presupuestarias.
Obras inconclusas
Está claro que por más que los funcionarios y políticos del gobierno santafesino hablen de la imprevisibilidad y que, como lo hizo el gobernador Reuteman se escuden en el dato histórico de que nunca había ocurrido algo similar o que “nadie me acercó ningún estudio”, las advertencias de distintos ámbitos científicos, académicos y periodísticos es evidente. Y por más que no haya una referencia histórica como pretende el gobernador, también es verdad que el mismo gobierno trabajó con la idea de la ¨posibilidad¨ a partir del estudio encargado al Ingeniero Paoli, porque de lo contrario no se entiende por qué se llevaron adelante las obras de la defensa, inconclusa en su tramo III.
Miguel Bonasso recuerda que El Litoral, el 14 de mayo de 1994, publicó declaraciones con relación a las obras que hoy adquieren una importancia fundamental: “Se trata de obras viales y de defensa contra las inundaciones (…) Su construcción significa la protección de más de un tercio de la población de la capital provincial”. Como bien dijo Tercer Mundo: “Da terror la certeza del dato de Mercier (Obras Hídricas) evidenciando el conocimiento que tenía el ejecutivo provincial en cuanto a lo que significaba socialmente la obra”. Porque nueve años después sería exactamente un tercio de la población santafesina el que quedaría bajo esta agua.
La obra para construir la defensa la ganó Americo Gualtieri. Es curioso, el Estado había presupuestado U$S 17.579.807 y Gualtieri cotizó su trabajo un millón por debajo. Para la ampliación de obra de la etapa II debía llamarse a licitación, pero Reuteman se la otorgó a Gualtieri de forma directa y con un costo 50% más caro que el original. Este mecanismo que terminó en un decreto fue avalado por la Dirección Provincial de Vialidad, el área legal de Obras Públicas, la Fiscalía de Estado y el propio gobernador.
Independientemente de cualquier consideración sobre informes o “comunicaciones” respecto de la posibilidad de las inundaciones, lo cierto es que las obras encaradas eran para prevenir inundaciones y, todo indica que adolecen del control del Estado.
Desde las páginas más antiguas de la historia hasta las publicaciones periodísticas más recientes, las opiniones de los estudiosos y científicos autorizados y hasta los propios actos del gobierno, evidencian varias cosas:
- Las políticas del estado que siempre priorizaron intereses ajenos a un estudio serio y actualizado de la canalización y posibilidades del Salado- Las políticas de ajuste del Estado que llevaron al desmantelamiento del sistema de monitoreo del río.- La falta de control estatal sobre las obras que el mismo Estado encaró.- La negación de sus propios pasos en medio del desastre, cuando el mismo gobernador Reutemann había encargado estudios relacionados con la temática.- La falta de una política tendiente a dar cumplimiento a la ley de uso de suelo en zonas inundables.- Y la falta de un plan B, alternativa posible ante eventuales situaciones que, sin dudas, no fue contemplado por parte del gobierno.
A cinco años del desastre y con el tiempo suficiente para un análisis de lo ocurrido, aún no se deslindan responsabilidades en lo que el entonces presidente Duhalde definió como catástrofe nacional. Hubo pérdidas económicas y materiales millonarias. Y murió gente. Sin embargo, algunos todavía piensan que como llovió tanto, en una de esas, la responsabilidad es de San Pedro.
El agua se fue de la ciudad y en la mayoría de los campos. Dejó a su paso un panorama desolador, en uno y otro lugar. Jorge Obeid fue ponderado por sus rápidos reflejos para actuar en la coyuntura ofreciendo de inmediato ayuda económica a los sectores dañados.
Pero una pregunta late y carcome a la denominada “clase política”: ¿qué grado de daño habrá causado esta inundación en las posibilidades electorales del peronismo?
En el 2003, seis meses después de la catástrofe, el candidato a gobernador de Reuteman, Alberto Hammerly sacaba en la capital el porcentaje más alto de votos, precisamente en la barriada donde el agua había causado estragos. Típica reacción de una sociedad protectora de animales. Felíz día.
29/4/08

Maestra ciruela.


(publicado en sosperiodista.com 04/2008)


Decimos que alguien es un "maestro ciruela" cuando se empeña en dar a todos lecciones sobre asuntos que conoce poco y mal.


La expresión, que viene muy bien para etiquetar pedantes, nada nos informa acerca del maestro ciruela, salvo que "quiere enseñar y no tiene escuela". En realidad, la frase original no guarda ninguna relación con el ciruelo. Se refiere al pueblo de Siruela, una localidad de Extremadura (España), situada a unos doscientos kilómetros de la ciudad de Badajoz. Ninguno de los trescientos mil siruelenses que hoy la habitan sabe algo acerca de las tribulaciones del personaje. Si fue la falta de edificio escolar o un conflicto docente ocurrido hace siglos lo que lo dejó pegado al dicho. Lo cierto es que el maestro Ciruela -como se lo llamó después- ha quedado como el prototipo del sabelotodo que no sabe nada. Como el inmerecido portador de un apelativo frutal. Como un fantasma extremeño que anda por el mundo tiza en mano a la busca de un lugar con pizarrón.

Que no se me note mucho
que ya no puedo ni verla,
que cada vez que me cruzo,
en hora mala, con ella
en algún noticiero,
en la calle o en las tiendas,
me da al instante un mareo,
el pulso se me acelera,
me sube la adrenalina
y hasta me duelen las muelas..
Sin duda padezco el síndrome
de la maestra ciruela.
Aunque hay que tener buen ojo,
es fácil reconocerla:
en general, va vestida
con una estudiada mezcla
de sobriété y de glamour,
que traducido a mi lengua,
viene a ser un compromiso
entre patín artístico y el Bronx.
Su coté Vogue se le nota
en complementos y prendas,
y su coté de aureola,
en las broncas que te pega.
Yo no sé cómo explicarle,
porque me da la confusión,
que terminé el bachiller,
que ya aprobé la carrera,
y que ya no tengo ganas
de regresar a la escuela.
De todas las que conozco
de esta plaga sin fronteras
que asola a la humanidad
y ya amenaza pandemia,
la que me deja sin hambre,
la que dormir no me deja,
la que me tiene hasta el moño
es la presidenta.
Como se llama Cristina,
y aunque se llame María Teresa,
se ha propuesto gobernarme
como si yo tuviera pereza.
No contenta con contarnos
que su marido es Lepera,
que sólo busca la paz,
que no negocia con “ésta”,
o sí que negocia, pero
lo hace porque hay una tregua,
o ya no hay tal tregua, pero
por él como si la hubiera,
nos mete unos sermones
y a quien se atreva
a expresar una objeción
o a emitir una reserva,
que en el aire saltan chispas
como si hubiera tormenta.
Yo cada vez que en la tele
nos echan a Delía
en un debate “a mil voces”
o en una rueda de prensa,
corro a lavarme las manos,
bajo los pies de la mesa,
juro que no volveré
a abusar de su paciencia,
y le respondo sumiso:
«lo que usted diga, maestra».


DIEGO SPONTON 25 abril 2008

Señora vaca.


(publicado en igooh.com 03/2008)


Las palabras de la presidenta, más allá de su abordaje, fueron una radiografía de cómo somos los argentinos.


Lejos de asumir el rol de agente extintor en el conflicto de tinte nacional por las medidas de gobierno y la contraofensiva de los productores, pequeños y medianos, que llevan ya quince días de paro en las rutas del país; la presidenta no encontró un mejor modo que elegir su mejor carburante, un tono socarrón a su discurso.

Los productores tomaron los dichos de la primera mandataria como una burla. El discurso fue adornado con filosa ironía y un particular cinismo manejado con delicadeza, arropado por cómplices aplausos.

Fueron unas palabras digna de ser escuchadas y comprendidas y hasta acatadas por personas que no han encontrado demasiados fracasos en sus vidas, o en sus gobiernos.
Que no fueron influenciadas por crisoles de razas, que no se cola en el supermercado, de Estado contenedor, o de jubilados con futuro. Más bien fueron palabras para otro tipo de sociedad, una sociedad meditabunda, abstraída, reflexiva, de países nórdicos o europeos de tinte francés. Y que las palabras y la provocación se las lleve el viento.

Aquí los discursos duelen, presionan, provocan; acostumbrados a intercambiar golpe por golpe, de quién la tiene más grande, la lucha de poder por encima de cualquier circunstancia. Qué esperaban? Beneplácito, consentimiento, no. Hay descontento, bronca, la reina además es proctóloga. Somos leche hervida, eso nos une. Y vemos una vaca y lloramos, claro.
Nos daña y nos expulsa. Con la intolerancia a flor de piel y encima palabras urticantes.


La palabra consenso hace tiempo que ha dejado de pronunciarse y mucho más de emplearse y llevar a la práctica. Todo es a las trompadas, a las gomas quemadas, a los adoquines, a los miguelitos, a las cacerolas, al cantito, a la pancarta exigente, a los bastonazos, a la montada, al camión hidrante…

No se baja un cambio, no nos detenemos a pensar, a reflexionar, a calmar las aguas.
Siempre se junta todo, se mezcla y se comparte. Se prejuzga, se condena. Que la inflación, que el boleto escolar, que la inseguridad, que el desabastecimiento. Explotamos.
Por esto y por lo otro. Por todo. Por todos, por nosotros.

Señora vaca, señora vaca

Hoy le doy gracias por todo lo que nos da,

Hoy mi maestra
nos ha enseñado que en su cuerpito se Trabaja sin cesar;

Y nos da la
leche,y el dulce de leche

y la manteca que siempre le pongo al pan

También el
queso que es tan sano y un yogur para mi hermano

Señora vaca, usted sabe trabajar
(bis)Señora vaca, Señora vaca

Cuando en el campo yo la veo a usted pasearCon sus
hijitos, le tiro un besito

Pues me doy cuenta que es una buena mamá.


DIEGO SPONTON 26 de marzo 2008.

Lluvia tanguera.


(publicado en igooh.com 01/2008)


Una mañana gris a veces nos lleva a inundar la casa de canciones ciudadanas.


Cuando llueve en la ciudad, llueve de verdad. No es una llovizna chiquita que molesta, no garúa, chispea decíamos de purrete. Los noticieros disfrazan la situación con un “copiosamente” y mirando la realidad por la ventana desmitificamos el dial y pensamos en “excesivamente”. En realidad cae agua, mucha, que rebota y salpica con ganas, fría. Llueve con ganas de seguir lloviendo, porque se marcan los globitos en la alcantarilla.
Cuando llueve se muere el prejuicio. El calor agobiante marcado por el mes interminable suponía algo así. Se avizoraba aunque sin precisión, la típica tempestad de veranito, que cuando llega se va casi al mismo tiempo, se queda un rato, toma unos mates a la tarde y ni bien termina la siesta se va. Pero no. Aún quedan coletazos de lluvias que nacieron vaya a saber dónde, cerca del polo, de las montañas, del mar y de allí el sifonzazo llegó a tapar este pozo.
Los colectivos se niegan a acercarse al cordón, algunos no hacen el intento si quiera de parar ante la mano erguida. Algún tachero se confunde y con las balizas se acerca rápidamente, sin chistar se suben empapados marcando el destino, sin antes maldecir al Diosa lluvia.
El hombre galocha más que exagerado y distintivo, como lo describe Sasturain, hoy es más observador que nunca o mejor dicho un escuchador.
Saludables titulares no desarrollados, la fugacidad de la info radial es marca registrada; no porque carezcan de idoneidad para hablar de Don Ernesto, quien ha sido nuevamente postulado al premio Nóbel, sino porque su código así lo indica. Para el desarrollo están los diarios… de su vejez.
Después de recibir el vómito de las noticias, pocas agradables y muchas de las otras; la gran mayoría de las otras, decidimos apostarnos en el rincón preferido del bodegón, limpiando el sillón por los pelos de Toulouse, que muestra los dientes con el ronroneo antipático que los perros emiten tras ser desalojados de su lugar favorito; con la falsa promesa de volverlo a su lugar.
Antes claro, ya ubicados los discos, le damos play a la concertina. Ahora sí, le pedimos fuego a la rubia mireya sentadita pegada al ventanal. Media mañana lluviosa con Astor de fondo y el amargo quemando el paladar imaginamos el dolor del fuelle al carraspear.
Se cuela el polaco en la balada para un loco; loco yo, loco vos, locos nosotros. La gata Varela se contornea en el Afiche. En la porteña soledad del callejón lo ilumina el regio bandoneón cuando aún el día no se anima a amanecer. Mientras los titulares se mojan, empapados de este actor, con el pastor, con el autor, con nombre de Piazzolla.
El chapoteo de los chicos saliendo del colegio marcan el mediodía, los autos se apresuran para llegar, todo el mundo va y viene, el mundo se bambolea. El mate lavó el alma un ratito y el bandoneón la secó. Se asoma el sol con timidez y se vislumbra una tarde húmeda. Rutinaria.
Ahora el sol se asoma buscando el empate. A esperar el arco iris!
DIEGO SPONTON Enero 2008 Santa Fe Capital.

Reggaetón: cuarenta grados a la sombra.


(publicado en igooh.com 01/2008)


Se escucha en todos lados y a cualquier hora. Se ha instalado un estilo que parece acaparar la atención de nuestros adolescentes. Mientras esté de moda...Abierto el debate.


“La mala conciencia gusta de denigrar a los ídolos de la juventud desbocada, sin entender que es un fenómeno común, universal, inevitable. La mala conciencia enciende la hoguera de la indignación: “mirá que tarados son éstos” (cuando la peor taradez, la ignorancia completa, es la misma mala conciencia, incapaz de entender la diversidad del universo).” ALEJANDRO ROZITCHNER. Lo que no hace falta es dar el paso siguiente, que sería el de suponer que tras señalar la legitimidad del fenómeno tenemos que incluirnos en él, y disfrutar de Don Omar o Daddy Yankee como ayer a Néstor en bloque y más atrás a Rodrigo por ejemplo. No. Pero no hay nada malo en el fenómeno reggaeton, ni es mencionable siquiera el que haya un afán de lucro, ¿acaso los Rolling Stones giran el mundo por amor a sus fans? Dejemos que a cada uno le guste lo que quiera: esa diferencia es la riqueza de la desbordante realidad. Aunque suframos escuchándolo en cada coche tuning, inclusive en motos con más luces que cilindrada. Mientras transcurre enero, el mes del reggaetón en Argentina, así lo confiesa la noticia; nuestro país recibirá a la estrella del reggaetón mundial Don Omar y al grupo La Secta All Star. Ambos exponentes del género de moda se unirán para ofrecer un concierto a fin de mes.
¿Les llamará la atención a filósofos, académicos de la educación, políticos - ocupados en debatir diariamente sobre el futuro de nuestras juventudes -, se fijaran en el fenómeno del reggaetón en nuestro país? Debido a que durante tres horas, un representativo segmento prendido de adolescentes estará a la orden de los reyes del perreo. Un acontecimiento digno de estudio. Alrededor de tres mil pares de brazos y piernas, la mayoría pertenecientes a enardecidos jóvenes, estarán prestos a bailar, mecerse, agitarse... y las gargantas dispuestas a corear o responder al unísono las frases que dos estrellas del reggaetón puertorriqueño gritarán.
El reggaetón ha sido el ritmo más bailado de los últimos veranos. Pero, para sorpresa de muchos, ya estamos en 2008 y sigue creciendo la fiebre por este género latino con apenas pocas presencias en nuestros escenarios y rechazado por la crítica y la industria. ¿De dónde sale? ¿Seguirá subiendo? ¿Tan malo es?. Un estilo tan sencillo como hedonista.
“Se desarrolló en los barrios bajos de las ciudades, fue en un principio rechazado por la auto denominada alta sociedad. Dicho rechazo no estaba exento de cinismo, porque ese género ya formaba parte de la historia real. El hecho es que en sus fiestas los jóvenes elegantes y muchos no tan jóvenes lo bailaban. Música ciudadana que festeja ardorosamente su tiempo. En ella hay una evocación de la ciudad, sus calles y sus gentes, por eso se le llama música ciudadana”.La descripción anterior bien podría referirse al fenómeno del reggaetón, sin embargo es una trascripción casi literal de un texto sobre el surgimiento del tango. Aunque el escrito inicial podría también extrapolarse para referirnos a la salsa, al rock and roll, al mambo y al cha-cha-cha, géneros eminentemente urbanos.Para ser sinceros vale decir que hay verdad en los que consideran que el reggaetón no es música (posee escasa melodía), sin embargo lo mismo podría decirse de otros ritmos populares, los denominados géneros electrónicos y rock heavy metal. Creo que los tres son sólo formas que tienen los jóvenes actuales para expresar sus sentimientos. Expresión de vivencias de quienes les tocó nacer y crecer en el opresivo ambiente de algunas súper pobladas metrópolis a finales del siglo XX y su hacinamiento, pobreza, ruidos de diversos orígenes, entorno cargado de fanfarrones que exigen delimitación de sus territorios y pelean afanosamente por obtener identidad individual y grupal, y que además buscan el respeto de los demás.Es imposible ocultar que tal ambiente es un propicio caldo de cultivo de pandilleros y delincuentes que con la distancia debida, recuerdan a los que ahora apreciamos y nombramos con cariño: los compadritos, malevos entallados, que presenciaron el nacimiento del tango, soñando con el día que pudieran comprar joyas de estreno para la mireya.Por lo tanto, no es de extrañar que las letras del género rap y reggaetón estén, como en el tango, llenas de jerga o argot. Son coplas y rimas martilladoras que se auto complacen en el resonante juego de palabras, que corren rápidas, que salen con rapidez, y al decirlas y oírlas evocan el frenético bullicio y brutalidad de la ciudad, donde pululan las bocinas, los altavoces domiciliares, las máquinas, los motores, perros, gritos y demás.Y qué otra cosa pudiera pedírseles a sus compositores e intérpretes ¿canto de pajaritos, murmullo de arroyuelos, suave brisa matinal y vespertina entre el follaje?
El ritmo es casi clónico en todas sus canciones, dando a veces la sensación de que, aún escuchando diferentes canciones, siempre se está escuchando la misma.
El baile del perreo ha tenido desde sus inicios mucha controversia, siendo apodado por muchos como "El baile maldito". Ha sido y es criticado por la Iglesia. Algo así como nuestra importada Lambada, que tuvo un lugarcito en los primeros años de la década del noventa.
El llamado perreo o reggaetón es hoy por hoy rey indiscutible en las ondas hertzianas y fascina a la mayoría de adolescentes y jóvenes, es omnipresente en autos, calles y colectivos de ciudades enteras, relegando a los otros géneros musicales.
Algunos advierten sobre el fenómeno que es el reggaetón en los EE.UU. y en Latinoamérica. Lo consideran uno de los más importantes de la última década. Y a quienes obvian el género, les advierten que han “perdido la pista a la juventud (y a sus hijos)”.
Muchos jóvenes imitan el vestuario de los cantantes de este género. Algunos llegan a las discotecas populares con los pantalones flojos y muy grandes, las camisetas holgadas, la gorra para atrás o ligeramente inclinada hacia un lado y una larga cadena que les cae sobre el pecho.
Un carismático periodista y presentador de Univisión – después de haber presenciado un concierto de Daddy Yankee -- dijo que esos pegajosos ritmos le tomaron por sorpresa, pero que ya no supo cómo sacudírselos, porque éstos hacen mover hasta a las estatuas. Con un pié en el rap estadounidense, del cual derivó el hip-hop, y con otro pié en el raggae jamaiquino, el reggaetón es una mezcla de esos tres géneros y del “dembou” desarrollado por los panameños a partir del reggae jamaiquino.El reggaetón lo que hace es fusionar la plena, la bomba, y la salsa con el rap de New York, en el traslado entre borinqueños de la gran manzana y los de la Isla que estaban influenciados por los panameños. Los isleños aceleraron el ritmo “dembou” y posteriormente le agregaron artificios cibernéticos, sacándole harto provecho a las bondades de la computadora. El 2004 y sobre todo el 2005 marcaron el paso del reggaetón, de la subcultura hacia el mundo grueso del espectáculo, cuando Daddy Yankee, seguido por otros, saltaron hacia el sistema que los esperaba con sus luces, grandes ingresos monetarios, prendas de impensable valor y ropa deportiva de marca o trajes formales de lujo.
Daddy Yankee es el vivo ejemplo. Este señor con sólo treinta años es un cantante de reggaetón, actor, productor cinematográfico, locutor radial, empresario puertorriqueño y además tiene su propio sello discográfico. Uno de sus mayores logros es haber popularizado el reggaeton en América Latina y diversos países de habla no hispana. Su disco Barrio Fino le permitió ganar un premio Billboard de la Música Latina en el año 2005 y un premio Grammy Latino en el 2006. El artista logró firmar un contrato millonario con la empresa estadounidense Paramount Pictures para hacer su primera película titulada "Talento de Barrio" que se estrenará a mediados de febrero.
Los exitosos exponentes del género se consideran jóvenes empresarios, humanos que tienen obligaciones familiares. Y eso es lo que son. Si en sus letras hay violencia, sexo, ostentosidad, es porque de eso han estado rodeados. Ellos lo que han hecho es expresarlo, tener el valor de decirlo sin enmascaramiento. Ser el escape de la olla de presión en que se convirtieron nuestras ciudades y la vida en los barrios no tan finos. ¿Deja vú de la cumbia villera?
Diversos estudios aseguran que los sonidos, el vocabulario, la indumentaria, las letras y la actitud de este estilo se basan en el bandolerismo y la delincuencia, estas acusaciones serían aún más graves que las del acusado sexismo de algunas de sus letras.
Aquellos que nunca hemos “perreado” en una disco, diremos en otras palabras, en tono intimista; si somos open mind y estamos al tanto de lo que sucede en el mundo y tenemos hijos o sobrinos adolescentes, debemos conocer lo que el reggaetón significa y reconocer su éxito, aunque a muchos les parezca ofensivo o sientan que es un ritmo incomprensible.
DIEGO SPONTON Enero 2008 Santa Fe Capital

Fútbol de verano, negocio estival.


(publicado en igooh.com 01/2008)


Fútbol de verano, negocio estival.
También como el calor agobian los negocios del fútbol que de amateur poco queda.


"El amor del hincha es lo único amateur que queda en el fútbol, ahora centro de una comercialización absoluta". Roberto Fontanarrosa.


La lógica indicaría que el verano debería ser propicio también para que el fútbol de alto rendimiento se tome vacaciones. Nadie niega que para complementar los incipientes trabajos físicos, todo se hace más llevadero con una pelota en el césped y no solamente con la mirada clavada en la arena.
Un parate sin exigencias de exponerse ante el clima que rodea todo partido clásico de verano, serviría para que los futbolistas se repongan del trajín de partidos, ajusten sus máquinas, se desenchufen de la tensión que supone vivir compitiendo en un mundo resultadista. Para que, en definitiva carguen sus pilas como corresponde. Porque el año es largo, pero no hay caso.
El fútbol una vez más, no detendrá su marcha en este verano 2008. La pelota seguirá en movimiento. ¿Hace falta decir cómo será la película? La de siempre: jugadores “duros” que se lesionarán en la primera jugada riesgosa, partidos de muy bajo nivel –de esos que hacen doler los ojos-, canchas con sus populares apenas colmadas, pero los fieles dirán presente porque cuando desaparecen los mecanismos tradicionales de identificación (la política, el trabajo, la educación, el sindicalismo), el fútbol es generoso y da identidad sin pedir carnet. Pertenecer a un club es ser parte de ese territorio.
Parece que el show no puede dejar de continuar. Aunque el fútbol no sea de Primera y los actores no estén a punto.
El normal devenir de los hechos asegura doce partidos de verano.
Las exigencias del espectáculo agregan los dos o tres clásicos veraniegos, generalmente inexpresivos.

En la tribuna, el jugador número doce protagonizará quizás el partido más importante.Aquel que no sabe de primas ni de marketing. Ese que concluye con una copa, gane o pierda el equipo. La sentencia de Fontanarrosa describe a pleno el fenómeno que enfrenta a la pasión de multitudes. Y es esa pasión por el equipo la que se convirtió en semilla del desenfreno comercial de empresarios y marcas publicitarias, que ven en este deporte una mina de oro y el mejor enganche entre el cliente y el producto.
En sus inicios, los torneos de verano servían para presentar a los nuevos jugadores o entrenadores, que debutaran chicos de Inferiores o para observar estrellas del exterior que sólo se conocían por fotos porque la televisión todavía no había invadido. Así, pasaron equipos extraordinarios como aquel Vasas, o Rapid Viena, Nantes, Slovan Bratislava, los más cercanos Palmeiras, Santos, Peñarol y Nacional y las selecciones de Checoslovaquia y Hungría. Mucho tiempo después, la de Polonia, a la que Francescoli hizo su celebrado gol de chilena, en 1986. Vasas en el '68, Palmeiras en el '72 y Nacional en el '89 son los únicos equipos del exterior que lograron ser campeones.
Disparado el negocio, el fútbol de verano se abrió a otras sedes y dejó de ser exclusividad marplatense. Donde sea, el futbolero lo consume mientras espera el torneo de la prestobarba. La hora de la pasión oficial.
Mucho ruido, seguro, algo de nueces acaso? Si, pero poco que ver con lo deportivo. Las exasperadas coberturas de la prensa deportiva, invariablemente dispuesta a sacudir el parche del orgullo nacional; sin rebajas en las butacas, destinadas a satisfacer el mercado turístico más que redituable; optar por la lógica del espectáculo “garantizado” y dejar en stand by -por lo menos para después de cenar- el escenario con chicas bonitas y copas antes del casino. No olvidemos el merchandising, la facturación publicitaria, la venta de ejemplares pos clásicos, el rating venido y por venir.
El fútbol, también en verano, mal que le pese a algún anacrónico defensor romántico de un folclore caduco, se ha vuelto centralmente un negocio espectacular.
Como todo buen negocio debe reducir el margen de imprevisibilidad, que corresponde justamente a lo lúdico, a lo aleatorio de un poste pintado o por pintar, un mal pique, o una jugada inesperada.

Para garantizar su margen de adición, el fútbol debe entonces concentrarse y volverse monopólico. Así, como consecuencia inmediata obtenemos la progresiva “uruguayización” de nuestro fútbol. A falta de Nacional y Peñarol, tenemos a Boca y a River –fieles animadores de los torneos de verano tanto en al arena como en los picos-.
Nuestro fútbol criollo y hegemónico, ha conseguido desplazar definitivamente toda otra posibilidad de juego, todo discurso alternativo. Hegemónico porque hace unos años el ex presidente de Boca expresó así su deseo para el club y sus socios “quiero un Boca hegemónico”. Entonces este nuevo bloque histórico ha instaurado una cultura futbolística que envía cualquier alternativa a la periferia, a las páginas interiores, a los minutos de síntesis, que reduce la clásica pluralidad de nuestras tradiciones deportivas a puro monólogo. Y esto no es una consecuencia deportiva, propia de una sumatoria de noventa minutos, ganadores y perdedores, goles y amores. Es consecuencia de políticas económicas, decisiones empresariales – especialmente televisivas- que concentraron poder, por ejemplo en los dos “grandes”, lo que permitió saquear planteles enteros de otros equipos y condenarlos a vender jugadores adolescentes.
Algunos insistirán en que los goles son goles, que siempre gana el “más mejor”, que la tradición del “jogo bonito” gallina o que la garra bostera, que la pasión popular y todas las mitologías habidas y por inventar.
Se resistirán a entender que el fútbol no puede ser un espacio justo, democrático y pluralista en un país injusto, concentrado, vaciado y excluyente.
Nuestro deporte rey funcionó siempre como espacio de lo posible, de la meritocracia, de lo imprevisto, de los David venciendo a los Goliat. Quizás esto sólo perdure en un recóndito lugar, lejos de la industria y más cerca de la cancha de tierra del campito atravesado por el camino forjado en bicicleta.
DIEGO SPONTON
Enero 2008
Santa Fe Capital

Verano platónico


(publicado en igooh.com 12/2007)
Después de sumergirnos a la literatura frívola de verano, salgamos a flote de la mano de filósofos inmortales como Platón por ejemplo.

Es una estación tan importante como cualquier otra; pero carece de prestigio. La misma primavera y el propio otoño, especie de andenes del año más que verdaderas estaciones, tienen mejor literatura que el verano. Toda la literatura veraniega es una literatura ociosa, frívola y vana en la que el veraneo se nos aparece como un lujo y no como una necesidad. Y quizá el veraneo sea, efectivamente, un lujo, pero en todo caso, es un lujo necesario. La frágil, tenue pero divertida literatura de verano, un poco menos civilizada que la de invierno, nos apremiará en el balcón con los mates al lado; con la radio de fondo no nos detendremos ni en la publicidad de los jeans y esperará en el sillón después de un baño relajante con la manguera; irá a nuestro encuentro tirándole la pelotita al perro que cumplirá su primer año; encenderá el cigarrillo en el banco de la avenida; nos tapará en la playa tipo cinco por el viento y tratará de impedir que se vuelen las hojas; seguirá presa en la peluquería; sentadita atrás dando una vuelta en auto a la siesta con el aire a full, porque en casa se cortará la luz… Espantará, por su condición de intolerante, a los provocadores mosquitos. Y a los quince minutos de contemplarla dormirá bajo los diarios de ayer. Temáticas relajadas, ambientes fresquitos y/o exóticos…, el humor siempre es bienvenido; dramatismos, los justos… Los ojos irán del libro a la pileta y después de salpicarnos volveremos a sumergirnos en él. Será mejor leer despacio, perder la mirada en el agua. Mientras el verano pase no perderemos la oportunidad de frecuentar al flaco amigo, filósofo, de espaldas anchas, con sábana y sandalias. En el bar de acá a la vuelta, de tomarnos un vinito con un muchacho de barrio como él. Entretenido para pasar el verano aunque un poco distraído. Cuando el sol queme la nuca en una de estas tardes húmedas, este loco se trabará en cualquier tema. Nos comerá el cerebro porque “le resbala” lo evidente. Les pondrá desinfectante a nuestras ideas y pondrá a secar el pensamiento que compartimos con otras personas. Nos va a joder, pero a la vez pensaremos que algo de razón tendrá. Y bueno, así pasaremos dos, tres horas con este tipo. Se la creerá. Seguro que alguno de la mesa lo buscará, lo provocará pero él seguirá en la suya. No será fácil demostrarle lo contrario. Como a los quince, ¡qué quince!, como a la media hora recién hablará uno. Nos iremos silbando bajito. DIEGO SPONTON Diciembre 2007 Santa Fe Argentina.

domingo, 22 de junio de 2008

Excusa

Este espacio no tiene la lágrima fácil aunque se queje sólo por vicio.
Será el calor de la plancha que caliente el transfer de una realidad por espejar. Tendrá la eficacia de quien le apunta al cura y le pega al campanario.
Porque en épocas de Maestras Ciruelas se necesita la pureza inocente de un niño para justificar su existencia. Y aquí estamos para soportar el reto y la penitencia junto al busto de Dalmacio Vélez Sarsfield. Espacio de reflexión si los hay. Esquivará el puntero y se colocará junto a nuestro prócer, que nos observa con sus ojos vacíos de expresión, como contemplando la reprimenda propinada hace unos minutos, ahí está, sin pestañar, inmóvil. Firmaremos el libro de apercibimientos una o dos veces, a sabiendas que en la tercera habrán de llamar al padre, madre o tutor; luego de haber aprendido la lección y escuchar el mismo sermón de siempre: Un niño con una personalidad equilibrada, integrada, se siente aceptado y querido, lo que le permite aprender una serie de mecanismos apropiados para manejarse en situaciones conflictivas. Nos dirigimos al aula con ganas de ahora van a ver, al primero que se me cruza lo surto. Por eso antes de llegar, vamos a la puerta que da al patio enorme, la empujamos despacito y la dejamos entre abierta esperando el segundo recreo, el más largo.
Este espacio obliga a reorganizar todo lo que conocemos, para que lo nuevo tenga un significado coherente.
He aquí un espacio para enfrentar los conflictos cotidianos del ciudadano de a pie donde el que hace las veces de periodista, que gracias a la coyuntura se ve como un adulto en miniatura, encuentra en la reflexión un mecanismo de defensa.
Platón sostenía que los niños nacen ya dotados de habilidades específicas que su educación puede y debe potenciar.
Ya en el siglo XVIII el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau se hizo eco de las opiniones de Platón, postulando que los niños deberían ser libres de expresar sus energías para desarrollar sus talentos especiales. Esta perspectiva sugiere que el desarrollo normal debe tener lugar en un ambiente no restrictivo, sino de apoyo, idea que hoy nos resulta muy familiar.
Porque nos despertamos a veces minado por la duda. Aquí las palabras son tan ciertas como las cosas, nuestro pensamiento diáfano, el mundo inteligible, lo que hagamos en una de esas, será útil. Nada en consecuencia será desperdicio. Estaremos aquí, siempre dando vueltas en el laberinto de la cotidianeidad, o arriba de la calesita sin sortija por rescatar. Sin develar verdades verdaderas, pero con opiniones a priori; sin esperar el veredicto de la Historia porque la misma no nos absolverá. La pandilla de
el niño y su medio
es un refugio, con sus códigos secretos y actividades que nunca harían delante de los padres y educadores. Permiso.