martes, 4 de enero de 2011

El Dioni.


El Dioni, qué gallego!

“Nací en el barrio de Salamanca y fui al colegio del Pilar, como los ministros. Tengo dos hijos y un nieto. Soy católico practicante. Fui honrado hasta que mi empresa no lo fue conmigo. El dinero da la felicidad y además a la carta. Sólo me arrepiento de haberlo hecho mal… es que los pobres no sabemos ni robar”.
El caballero que robó el furgón
Dionisio Rodríguez Martín siempre quiso ser policía, pero el destino lo convirtió en guardaespaldas. Era el escolta de personajes como Miguel Duran, director general de la ONCE, y era feliz con su trabajo. Hasta el día en que, sin previo aviso, lo degradaron. “La empresa me hizo una cabronada” - le contaría años más tarde al periodista Lluís Amiguet - “Me cambió a conductor de furgón. De 300.000 pasé a 80.000 al mes y, encima, vestido de romano”.
Ofendido, Dionisio, quiso vengarse. La tarde del 28 de julio de 1989, cuando sus dos compañeros de la empresa Candi salieron a buscar la recaudación de una pastelería, él arrancó el furgón y se fue. Desapareció con 320 millones de las antiguas pesetas. “No fue nada preparado. Me salió así, espontáneamente”, declararía meses más tarde ante un juez.

Millonario y feliz, Dionisio saltó a la fama. ‘El Dioni’, lo apodaron los periodistas; y su robo ocupó páginas y páginas de periódicos, y minutos y minutos de televisión. Pero su libre felicidad duró poco. Poco más de un mes, de hecho. El 21 de septiembre de ese mismo año la policía lo detuvo. Lo encontraron en Brasil, viviendo con todos los lujos imaginables en un apartamento repleto de recortes de prensa sobre su fechoría. Y es que el Dioni estaba orgulloso de sí mismo. Se había operado, había mejorado su imagen y estaba contento. Aunque aquello lo llevara a la prisión, él estaba orgulloso. (Ya lo canta Sabina: “Lo primero que hizo el Dioni al llegar a Río / Fue brindar con el espejo y decir ¡que tío!”).
Sólo de una cosa se arrepentía, confesó al ser detenido, del dolor que le causó a su madre.
Estuvo primero preso en Brasil, donde casi consigue la libertad condicional, pero luego fue extraditado a España para cumplir el resto de su condena. De buena parte del dinero robado, nunca más se supo. “¿Cuánto se gastó de los 300 millones?”, le preguntará Amiguet años más tarde. “Cuarenta kilos en 50 días; le di otros 50 a Cocoliso, que se mató con el coche, y otros 50 a otro amigo que, este sí, desapareció para siempre”. Salió de la cárcel en libertad condicional en mayo de 1995, con tres cuartas partes de la condena cumplidas y con una insolvencia declarada que le eximía de la obligación de pagar la indemnización de los 140 millones de pesetas “desaparecidos”.
El caso suscitó un intenso debate en el mundo de la justicia. Conscientes de que ‘El Dioni’ como personaje había “caído bien” a la sociedad española, muchos se cuestionaron si no se estaba creando precedente al no imponerle una pena más dura. “Hay una extraña complicidad sentimental con El Dioni en este país”, dijo una editorial de La Vanguardia de 1991. Y el fiscal jefe de Madrid, Jesús Silva, opinó que “no puede admitirse que se esgrima como defensa que la actuación de un delincuente sea admirable y que el pueblo español le haya absuelto porque lo realizado sería lo que 98 de cada 100 trabajadores desearían hacer”.
Incluso hoy, veinte años más tarde, muchos al oír su nombre siguen exclamando con admiración ‘El Dioni, ¡qué tío!’. Y es que sigue dando motivos. De nuevo, con un par, ha vuelto a ser noticia. Convertido en agente inmobiliario, Dionisio Rodríguez empapeló prácticamente toda la localidad de Lepe (Huelva) anunciando la fiesta con la que celebró el 20 aniversario del famoso robo del furgón. “Ay Dionisio” – canta de nuevo Sabina- “Fue total lo del banco sin un mal tiro / Mucho “visio” / Trincar el pastón y pegarse el piro / La de noches que he dedicado yo a planear / Un golpe como el que diste tú con par”.

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