
"Todo vive aquí de lejanías ―y desde lejanías. Casi nadie está donde está, sino por delante de sí mismo y desde allí gobierna y ejecuta su vida de aquí, la real, presente y efectiva. La forma de existencia del argentino es lo que yo llamaría el futurismo concreto de cada cual. No es el futurismo concreto de un ideal común, de una utopía colectiva, sino que cada cual vive desde sus ilusiones como si ellas fuesen ya la realidad".José Ortega y Gasset.
Un chef con la receta de la clase media, dice: “Tomar la cría blanca de una pareja de inmigrantes, macerar un tiempo en esencias europeas, cocinar a fuego lento durante algunos años, condimentarlo a gusto con: talento, soberbia, xenofobia, narcisismo y prejuicio”.
La clase media terminó por despegarse de un Gobierno que desoyó las quejas del maltratado Interior. No sólo omitió los reclamos de más de un centenar de días y noches de permanente angustia y cansancio. Sino que los embistió con gritos, acusaciones graves y calificativos que lejos de poner paños fríos a la situación recalentaban aún más el panorama. Por eso desde aquí creeo que nuestra pequeña democracia deje sus pañales y comience a dar sus primeros pasos.
Un baño de realidad el día 16 con la multitudinaria concentración en Palermo y luego hoy 17; con este cachetazo a la incredulidad de muchos y al autoritarismo de varios; donde “la calentura” de la clase media finalmente se escuchó a último momento.
La Historia está ocurriendo, aquí y ahora, Y hasta que no se calmen las aguas por un tiempo, no habrá un profundo análisis pronosticador de mejores situaciones.
El día de ayer entre los dos actos se reunieron de un lado y de otro aproximadamente trescientas mil personas. La clase media argentina se inclinó finalmente a favor de quienes ven en las retenciones más concentración económica por parte de grandes empresarios y una hilacha del disfraz de redistribución nacional.
Los intentos del ex presidente por reintegrar la clase media a su columna partidaria fue una vez más en vano. En el último discurso se lo escuchó enfatizar “…nuestra clase media, que hoy está aquí con nosotros…”. Perón, lejos de enfrentarse con la clase media, trató de atraerla, cooptando el partido que la representaba, el radicalismo. Consiguió la adhesión de algunos radicales tanto del ala conservadora (Juan Hortensio Quijano), como del ala populista (Arturo Jauretche). Asimismo uno de los primeros sindicatos que conquistó fue el de empleados de comercio que, para los cánones de la época, era de clase media.
La confusión surge por las contradicciones de la ideología peronista y por el carácter heterogéneo de la clase media. El sector más tradicional de ésta –los profesionales– sintió carcomido su prestigio social y formó la amplia base del antiperonismo. Pero otras fracciones de la misma clase, talleristas, pequeños y medianos industriales favorecidos por el proteccionismo estatal, así como chacareros agraciados por la ley de arrendamientos apoyaron, aunque a veces en forma vergonzante, al peronismo. Además la mayor parte de los funcionarios del gobierno peronista, comenzando por el propio Perón, procedían de la clase media. El estilo de vida propuesto por la doctrina justicialista a través de los medios de comunicación estatizados y de los textos escolares era un modelo tradicional de clase media no demasiado distinto –salvo en algunos aspectos– al de la era preperonista. La transformación de la vida cotidiana, de la familia, los jóvenes, las mujeres –la reforma peronista se limitó al voto– sólo comenzó con la democracia en los años 80.
Pasadas las 17 de ayer, el rating televisivo denunciaba el encendido promedio, y los números son indiscutibles, el “ganador” de la tarde de ayer estuvo lejos de las movilizaciones del Campo o del Gobierno: con 7,8 puntos, la serie de Matt Groening se impuso ante canal 13 (7,5) que transmitía en pantalla partida lo que iba sucediendo tanto en el barrio de Palermo como en el congreso Nacional; canal 9 se mantuvo con 6,3 puntos; América con 5,5 y Canal 7 registró 1,8 puntos en el momento de los actos. Cuando los partidarios del campo estaban entonando el Himno Nacional y en el momento más candente del discurso del ex presidente el Canal más visto fue Telefé que emitía un capítulo repetidísimo de … Los Simpson. Todo un dato.
El temperamento, la personalidad y la naturaleza de estos dibujos animados bien pueden emparentarse con el linaje nacional.
Homero es el padre de una familia tipo de un suburbio norteamericano, odia su trabajo, es teleadicto, no es un buen vecino, toma demasiada cerveza y no escucha a sus hijos, es más, pierde de vista muchas veces a su hija menor Magui. El alma mater de la casa es Marge, es el equilibrio dentro y fuera de la casa, pone límites no sólo a sus hijos sino también a su marido. Una madraza con el súper yo a flor de piel. Los pequeños de la familia son Bart, vago, atorrante que con sólo ocho años se burla de los mayores, se copia en la escuela y se ríe de mal y del bien ajeno; Lisa, la del medio, una niña en busca del príncipe azul, se avergüenza del padre, es la inteligencia, el criterio y la lucha en soledad por ideales de justicia.
En la era kirchnerista, muchos jóvenes universitarios dieron su voto a Cristina Kirchner, hace apenas escasos seis meses, creyendo que era la opción progresista y reviviendo, aunque ahora sin violencia, la actitud de la juventud peronista de la década del 70.
Pero una vez más se dio la división en el seno de la clase media. Otros jóvenes participaron en el cacerolazo antikirchnerista y pertenecían a la misma clase media de los centros urbanos que el oficialismo etiquetó como la derecha y otros – muy sueltos de lengua – le agregaron el aditamento de fascista. Alguno fue más lejos aun y llegó a estigmatizarla como blanca, en un arranque de racismo al revés tanto más exótico en una sociedad predominantemente híbrida y “gringa”. Este enredo muestra que la clase media no conforma un bloque, ni política ni socialmente homogéneo, que los intereses y las ideologías de una misma clase con frecuencia chocan entre sí y que el voto ya no se ajusta a pautas clasistas.
Esta clase siempre sueña suyo el país, pero tropieza y se atraganta con sus propios tics: las palpitaciones de apatía, el derecho a la identificación, la alegría frente al mal menor, la suspicacia en sí misma y esa obsesión de escaparle al fantasma del dolor de todo tiempo pasado fue mejor que viene mordiéndole los talones hace décadas.Este Gobierno deberá aprender a perder para superar la clasemediafobia que pulula los pasillos de la Casa Rosada.
1 comentario:
Ojalá todos tengamos la suficiente paciencia para esperar a aquellos que todavia no pueden entender!
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