domingo, 7 de octubre de 2012

El Otro Fútbol

Un subdeporte dentro de un submundo donde reinan los mejores y más bellos paisajes de nuestro bendito país. Cuyos protagonistas son verdaderos actores sociales de una realidad que los conmueve, una especie de gladiadores anónimos que luchan en la arena de la pasión, del verdadero amor a la camiseta; haciéndolo contra el viento y la marea del fin del Mundo allá en Ushuaia. Asimismo, entre la polvareda y las piedras de La Quiaca; o el calor húmedo de la Mesopotamia; o más allá aún, donde sobrevive con pena y sin gloria la Liga Puneña donde se nuclea la montaña y la redonda besa una nube en pleno revoloteo, la de cuero viaja en vuelo rasante tras un centro que atraviesa la siesta frígida de un sábado con baja presión en las salinas jujeñas. Aquí los intérpretes son la mixtura que se baja del taxi para vestirse de negro, llevarse el silbato a la boca y cubrirse de autoridad durante las dos horas de función. Tras el último córner el defensor ya piensa en calzarse la camisa celeste, en dejar el uniforme transpirado, las medias y vendas húmedas de sudor para luego de una ducha rápida y certera dirigirse a su puesto de trabajo tras el volante enorme que lo separa del pasaje. El domingo no termina aún. Lo espera una docena de vueltas en el noctámbulo recorrido habitual. El Penal en silencio los espera. El regreso desolador de los jugadores intramuros se siente en los pasillos, en los pasos cargados, molestos y fastidiosos por haber masticado un derrota más sin poder tragar el amargor; a pesar de sentirse libres junto a la pelota, y es justamente allí que se apechugan prometiendo más empeño en la próxima fecha. Los hinchas gritan entonando salmos declaratorios por sus colores entre la exaltación y la demencia buscando la chanza sin renunciar a la fiesta de un clásico de barrio. De juego obtuso como casi siempre sucede. Se conjugan el respeto, el sentido de pertenencia y esa militancia que hace que el “fóbal” no desaparezca en mil años. Una resistencia digna que se observa en aquellos masajistas de ocasión y en los que colocan con sutileza las redes de los arcos para darle una caída recta afirmándolas con diversos adoquines. Ese ritual los envuelve, los incluye y los dispersa. De la mejor ubicación en la platea techada, a estar subido por encima de la moto asomado al tapial, espiando para no perderse los detalles de un cotejo en Animaná. Tan auténtico como exótico. Este Tire dié futbolero, nos corre el velo a un deporte revolucionario, un film provocador. Aquí se es diablillo porque está prohibido rendirse. Un obstinado rebusque de emociones. Desde aquí nos quedamos con este Lado B del fútbol, con el desvío para esquivar los pasares rutinarios de personajes de carne y hueso, sin maquillaje ni vestuarios; inquietos, dentro del campo o pegados al alambrado. Repetidos seres humanos que tratan solo de tomar un atajo en sus vidas nada más que para ser felices.

sábado, 13 de agosto de 2011

Juan Salvo lo saluda desde aquí...


Usted, dibuje maestro desde allá...

jueves, 2 de junio de 2011

El flaco de Ubeda y su prosa indignáa.





Hace un calor del carajo,
se pudre el hielo en mi copa,
la banca mea en la sopa
del proleta sin trabajo.
Llueven hostias a destajo,
sin botellón ni farlopa
no sopla viento de popa,
cae la izquierda en desgracia
y la socialdemocracia
se va a la mierda en Europa.
Puerta del Sol, primavera,
respirar es combatir,
dar la cara bendecir
un porvenir sin banderas
ni chorizos sin fronteras.
Levantarse es descubrir
la locura de vivir
contra los cuerdos de atar:
si no nos dejáis soñar
no os dejaremos dormir.
Elorza y Chacón se van
porque no rompen la pana
nueve noches por semana;
donde las toman las dan.
Gallardón no es Superman
ni Espe la Casta y Susana,
la hueste paleocristiana
busca otro Aznar en Rajoy:
migas de pan para hoy
y hambruna para mañana.

Joaquín Sabina.

martes, 4 de enero de 2011

El Dioni.


El Dioni, qué gallego!

“Nací en el barrio de Salamanca y fui al colegio del Pilar, como los ministros. Tengo dos hijos y un nieto. Soy católico practicante. Fui honrado hasta que mi empresa no lo fue conmigo. El dinero da la felicidad y además a la carta. Sólo me arrepiento de haberlo hecho mal… es que los pobres no sabemos ni robar”.
El caballero que robó el furgón
Dionisio Rodríguez Martín siempre quiso ser policía, pero el destino lo convirtió en guardaespaldas. Era el escolta de personajes como Miguel Duran, director general de la ONCE, y era feliz con su trabajo. Hasta el día en que, sin previo aviso, lo degradaron. “La empresa me hizo una cabronada” - le contaría años más tarde al periodista Lluís Amiguet - “Me cambió a conductor de furgón. De 300.000 pasé a 80.000 al mes y, encima, vestido de romano”.
Ofendido, Dionisio, quiso vengarse. La tarde del 28 de julio de 1989, cuando sus dos compañeros de la empresa Candi salieron a buscar la recaudación de una pastelería, él arrancó el furgón y se fue. Desapareció con 320 millones de las antiguas pesetas. “No fue nada preparado. Me salió así, espontáneamente”, declararía meses más tarde ante un juez.

Millonario y feliz, Dionisio saltó a la fama. ‘El Dioni’, lo apodaron los periodistas; y su robo ocupó páginas y páginas de periódicos, y minutos y minutos de televisión. Pero su libre felicidad duró poco. Poco más de un mes, de hecho. El 21 de septiembre de ese mismo año la policía lo detuvo. Lo encontraron en Brasil, viviendo con todos los lujos imaginables en un apartamento repleto de recortes de prensa sobre su fechoría. Y es que el Dioni estaba orgulloso de sí mismo. Se había operado, había mejorado su imagen y estaba contento. Aunque aquello lo llevara a la prisión, él estaba orgulloso. (Ya lo canta Sabina: “Lo primero que hizo el Dioni al llegar a Río / Fue brindar con el espejo y decir ¡que tío!”).
Sólo de una cosa se arrepentía, confesó al ser detenido, del dolor que le causó a su madre.
Estuvo primero preso en Brasil, donde casi consigue la libertad condicional, pero luego fue extraditado a España para cumplir el resto de su condena. De buena parte del dinero robado, nunca más se supo. “¿Cuánto se gastó de los 300 millones?”, le preguntará Amiguet años más tarde. “Cuarenta kilos en 50 días; le di otros 50 a Cocoliso, que se mató con el coche, y otros 50 a otro amigo que, este sí, desapareció para siempre”. Salió de la cárcel en libertad condicional en mayo de 1995, con tres cuartas partes de la condena cumplidas y con una insolvencia declarada que le eximía de la obligación de pagar la indemnización de los 140 millones de pesetas “desaparecidos”.
El caso suscitó un intenso debate en el mundo de la justicia. Conscientes de que ‘El Dioni’ como personaje había “caído bien” a la sociedad española, muchos se cuestionaron si no se estaba creando precedente al no imponerle una pena más dura. “Hay una extraña complicidad sentimental con El Dioni en este país”, dijo una editorial de La Vanguardia de 1991. Y el fiscal jefe de Madrid, Jesús Silva, opinó que “no puede admitirse que se esgrima como defensa que la actuación de un delincuente sea admirable y que el pueblo español le haya absuelto porque lo realizado sería lo que 98 de cada 100 trabajadores desearían hacer”.
Incluso hoy, veinte años más tarde, muchos al oír su nombre siguen exclamando con admiración ‘El Dioni, ¡qué tío!’. Y es que sigue dando motivos. De nuevo, con un par, ha vuelto a ser noticia. Convertido en agente inmobiliario, Dionisio Rodríguez empapeló prácticamente toda la localidad de Lepe (Huelva) anunciando la fiesta con la que celebró el 20 aniversario del famoso robo del furgón. “Ay Dionisio” – canta de nuevo Sabina- “Fue total lo del banco sin un mal tiro / Mucho “visio” / Trincar el pastón y pegarse el piro / La de noches que he dedicado yo a planear / Un golpe como el que diste tú con par”.

lunes, 23 de agosto de 2010

Kirchnertel.

In-fernet para todos
Por Edi Zunino
El canciller argentino twittea como loco. Bloggea el jefe de Gabinete. El primo del jefe de Gobierno porteño, diputado bonaerense él, es otro as del posteo... Hoy, quien no webea no existe, quedó out, solito y solo en el game over del pasado. Internet es el campo de batalla política más de moda. Y allí, como antaño en la calle y los comités o las unidades básicas, hay lugar a montones para un nuevo tipo de militancia cibernética, que en muchos casos es rentada y en todos representa horas y horas con el traste pegado a una silla y los ojos enrojecidos frente al monitor esperando el momento de desacreditar e insultar desde la infantil cobardía del anonimato a quien piensa distinto.
Los hay ultrakirchneristas (para quienes, por ejemplo, la inseguridad en la Argentina no es un problema real sólo porque “en el norte de México es peor”).
Los hay ultrafachos (quienes esperan babeantes, por ejemplo, que llegue la hora de los “fusilamientos” para los “tiranos KK” y sus seguidores).
En el medio de tanta conchabada y binaria idiotez, hay millones de usuarios genuinos que buscan, en el servicio que ellos pagan de su propio bolsillo, encontrar en la Red las oportunidades de información, formación, creatividad e intercambio que ningún otro soporte les había ofrecido antes con texto, audio y video a la vez, y encima on line.
Estos últimos son la inmensa mayoría y suelen huir en masa de los foros de debate (llaman “forristas” a sus activistas estelares) porque intentan usar Internet de un modo constructivo. Los otros (entre los que militan funcionarios públicos, vale reiterarlo) se maman con In-fernet en la “previa” de una elección presidencial que, si no fuera de puro pico y se diera en la calle como antes, terminaría a los palazos. O peor.
Las consignas de guerra más fresquitas son, de un lado y del otro: “¡Viva Fibertel libre!” y “¡Muera la salvaje Fibertel del monopolio!”. Entre ambos polos de tan embriagado pelotudeo están los mismos genuinos usuarios multitudinarios, ya demasiado habituados a que les quiten sin explicarles jamás a cambio de cuál beneficio.
La decisión oficial de desactivar Fibertel dentro de tres meses acaba de ser la muestra más visible de que, para la lógica kirchnerista, importa más la pelea partidaria que el servicio público.
El Gobierno, como tantas veces antes, pegó antes de pensar. Total después vemo’, papá... Sólo que en este caso, su rentable lucha cuerpo a cuerpo con el Grupo Clarín se topó con unos tres millones de personas (un millón de hogares) deseosas de prever a qué pueden acceder con lo que religiosamente garpan mes a mes.
Es un hecho: a Don Julio De Vido le importa más defender la alianza de su logia política con las compañías telefónicas que la calidad y el precio de los servicios que éstas y otras empresas brindarán para que mejore la calidad de vida. Con la misma lógica se impuso la manoseada Ley de Medios. En el proyecto inicial se permitía que las telcos sumaran la TV tarifada a los servicios de telefonía e Internet que ya brindaban, pero se seguía impidiendo que Clarín y otros multimedios incorporaran a su oferta la telefonía en igualdad de condiciones. Para conseguir los votos requeridos, prohibieron el triple play para todos y listo. Ganaron los K. Y los usuarios de Telefónica, Telecom, Clarín y demás (es decir, los argentinos) perdieron la chance de acceder a más cosas por menos plata en un mercado verdaderamente competitivo con monitoreo estatal.
Ahora insinúan que se viene “Internet para todos”, algo que puede sonar muy lindo (como tampoco está mal, obvio, garantizarles sus netbooks a los estudiantes de todo el país), pero que huele demasiado a campaña y a improvisación, sobre todo si nadie sabe dónde nos meteríamos los 50 mil kilómetros de fibra óptica tendidos por Fibertel.
¡Salú, compañeros!
*Secretario general de redacción. Autor del libro Patria o medios. Usuario particular de Fibertel.

domingo, 4 de julio de 2010

Cuatro bodas y un funeral.


Por Mario Wainfeld
“Porque tanto, tanto que te quiero
que mi amor por ti no morirá jamás”
Juan Carlos Especiale. “Jamás”, zamba.

“No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido”
Soneto atribuido a Juana Inés de la Cruz, para otros anónimo.

“Hemos jurado amarnos hasta la muerte
y, si los muertos aman,
después de muertos, amarnos más”
Benito de Jesús, “Nuestro juramento”, bolero.
Una escena repetida en las transmisiones desde Sudáfrica embronca al cronista. La cámara recorre los rostros de los hinchas de un equipo eliminado, contritos, con llanto. De pronto, los ciudadanos-mediáticos se ven reflejados en las pantallas, se recomponen, sonríen, saludan. Truecan, cual fenicios, su noble padecer por un instante de fama, para corroborar a Andy Warhol. El cronista abomina de esos hinchas sin sangre ni capacidad de sufrimiento. Ayer, hasta donde llegó su mirada (quizás obnubilada por motivos de conocimiento público), los hinchas argentinos no recayeron en esa debilidad de carácter. La derrota, la eliminación en un mundial por antonomasia, es un trance de duelo. Es hora, lo saben las tías añosas y los terapeutas, de dar rienda suelta a las lágrimas, de “elaborarlo”, esto es, de vivirlo.
Diego Maradona lo patentizó en la conferencia de prensa, máxime cuando absolvió a Lio Messi de suspicacias sobre su compromiso. Dio testimonio: el pibe lloró, tiene corazón, sufrió. Esa es la misión en estas horas, ayer y hoy. Minga de atenuantes o tecnicismos.
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Argentina perdió en su ley, cambiando golpe por golpe. Ayer le tocó cobrar, de lo lindo. Un gol es mucho en fútbol, todos los cuartos de final estuvieron sobredeterminados por uno conseguido o perdido: Brasil se fue a pique con uno en contra, Ghana perdió un penal sobre la hora, Paraguay dilapidó el suyo, Alemania entró ganando a la cancha. Todo fue cuesta arriba para la selección que vaciló veinte minutos y luego lidió a la par hasta que llegó el segundo. Después siguió yendo obcecadamente al ataque, cuando era patente que tenía más posibilidad de ser goleado que de descontar. Al cronista le recordó la pelea de Ringo Bonavena contra Cassius Clay. Bonavena, un boxeador discreto pero valiente, le sostuvo quince rounds al enorme Mohamed Alí. En el último, el negro lo tiró; tres caídas determinaban knock out técnico. En vez de escurrirse, de abrazarlo, Bonavena seguía yendo a buscarlo..., cayó tres veces nomás. Y quedó ídolo para siempre.
Hay algo estimable, para el público criollo, en eso de “morir con la nuestra”. De ahí que el cronista intuya que no hubo grandes denuestos contra el equipo, que jugó su peor partido, el único sin hacer goles y se fue con la canasta llena. Deportivamente, eliminación en cuartos es medio pelo, igual la tristeza prevaleció sobre la bronca.
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Messi no fracasó pero tampoco descolló. Jugó de mayor a menor, en el decurso de los partidos. Es un ciclo desaconsejable, mejor hacer como Kempes y Maradona en 1978 y 1986: crecieron tras la ronda inicial. El pibe se fue sin hacer un gol, literalmente hasta le falló el tiro del final, en el último segundo de descuento. Página/12 evocó otra escena, otro déjà vu. Ocurrió en la eliminatoria del Mundial del ’70, el protagonista fue Toscano Rendo, un petiso mediocampista de clase que jugó en Huracán y San Lorenzo. Argentina perdía con Perú 2 a 1, en una Bombonera colmada y sólo le valía ganar para llegar a México. Rendo hizo un golazo cuando el partido agonizaba, gambeteó a la mitad de la población de Lima, incluida la Flor de la Canela. La cancha mantuvo su silencio sepulcral, apenas unos aplausos apagados. La derrota lacera, nada consuela en esos trances, pero el cronista clama al cielo. ¿Qué les costaba a los Hados darle ese analgésico a Messi? Fue un día aciago, dato no menor.
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Messi, Carlos Tevez, el Pipita Higuaín, Di María (clon de Kafka si los hay) son, entre otros, jugadores jóvenes de gran nivel y temple que tienen por delante dos mundiales, casi seguro. No vuelven machucados ante la hinchada porque jugaron a más y “dejaron todo”. Hasta el pibe Otamendi, que tuvo una jornada aciaga, tendrá oportunidad de revancha. Una gran pregunta es cómo quedará la relación de Maradona con el público. El cronista estaba convencido de que un éxito fulgurante de Messi no lo desplazaría de su lugar en el Olimpo, el tipo lo tiene escriturado. También sospecha que la caída, dura de digerir, no erosionará la idolatría. De ahí las citas que encabezan esta nota que hablan de la incondicionalidad de ciertos amores, escasos por cierto en la vida común. En el fútbol, un universo de fantasía, pueden ser más habituales. Las camisetas se adoran desde la cuna al cementerio, más que las banderías políticas, los cónyuges o ciertas escuelas de cine.
Una gran parte del pueblo lo seguirá adorando, en sus aciertos y en sus fracasos. El cronista lo viene viendo, con más variantes, desde el pie. Se enamoró a primera vista, en la final de un campeonato Evita, en la cancha de Racing en 1974, cuando lo vivó sin conocer su nombre. Por un rato largo, hincha de River él, iba a ver a Argentinos Juniors entre semana, para llenarse la panza de fútbol. Fue la cancha de Boca cuando Diego debutó en la Selección, una goleada contra Hungría en la que no descolló, tendría 16 años. Tocó el cielo en México ’86 y lo conmovió su sacrificio pleno de calidad en Italia ’90. Se enojó cuando la efedrina, y la eliminación en Estados Unidos le pareció una irresponsabilidad. Lo sufrió (y admiró masoquistamente) en su paso por Boca. Ahora, no quería que fuera técnico de la selección. Creyó que no calzaba para ese rol. Se puso de su lado en el Mundial porque Maradona armó un plantel con los mejores, casi indiscutible, porque se implicó hasta los huesos, porque se dedicó a motivar y arropar a sus jugadores. Y porque, ya en la gramilla la celeste y blanca, hay que hinchar sin desmayos.
Maradona fue un motivador, se transfiguró en un jugador más, sólo tuvo gestos de protección para sus muchachos. Ayer sufrió como cualquier hincha y es decir. Los cinco partidos fueron lindos, dignos de ser vistos, las cuatro bodas y el funeral. Fue bello mientras duró. Además, la gran masa del pueblo lo quería ahí, como DT, para sublimar que es imposible que entre a jugar. ¿Se puede equivocar el pueblo? Y, en el hipotético caso de respuesta afirmativa, ¿no corresponde democráticamente honrar sus demandas, hacerse cargo colectivamente de las consecuencias y tirar buenas ondas? Dilemas profundos de filosofía política, inadecuados para este domingo recontra de agua, sin fútbol y con cuatro pepinos alemanes atragantados.
En esta hora transida, con la sensibilidad a flor de piel, corresponde aplaudir de pie a los jugadores y a Diego, que pusieron lo mejor de sí, ganando y perdiendo con buenas artes, sin fingir, sin llorar, sin arrugar.
Ya que estamos, un sapucai para los paraguayos, duros de matar. Y aguante la Celeste, única sobreviviente del Mercosur que mayormente sucumbió ante países en crisis, acaso urgidos por una compensación futbolera.