viernes, 22 de mayo de 2009

Con habano...sin galera.




Un tal Oscar Natalio, risa de atorrante, de atorrante pero buena tu mano franca, franca para el pobre siempre abierta, domingos de ravioles amasados por la vieja y después a ver al Globo en la Quema. Brabucón, de brazos cortos, de sueño grande. Ya no queda en este mayo el pío pío con Mancera. Un día como hoy, hace 33 años, se escuchó en un burdel de Las Vegas un cobarde que con voz temblorosa pero decidida gritó: "Eh Ringo! Muérete, muérete Ringo".

"Hay tipos que me dicen: "Hola, Bonavena, siéntese, coma algo". ¡Si cuando yo no tenía un mango no me daban de comer! ¿Por qué me quieren dar de comer ahora?



Cuando Ringo volvió a Argentina protagonizó, quizá no de forma tan fingida más de un escándalo que le vino de perlas para autopromocionarse. De ese modo consiguió enfrentarse al Campeón Argentino Goyo Peralta, ese que “sobreviviría” toda la pelea a el mejor Foreman. El débil a priori era Ringo que poco menos tuvo que perseguir a Peralta para que se enfrentase a él. El hecho es que Bonavena se había ofrecido a Goyo como Sparring estando en Estados Unidos a lo que Goyo Peralta se negó argumentando que Bonavena solo quería darse a conocer a costa de su fama, que ya era aspirante oficial al cinturón mundial Frente a Willie Pastrano. De ese modo se preveía un choque muy interesante lleno de alternativas que los argentinos, divididos no iba a dejar pasar.
El 4 de septiembre del 65 se produce ese choque en el Luna Park, por el título argentino de peso pesado. Ringo subió al ring, donde recibió un abucheo monumental, que para eso era el más “odiado y bocazas” boxeador latino del momento; el abucheo más fuerte que se recuerde en la historia del boxeo Argentino. Por el contrario, Goyo Peralta fue ovacionado desde las cuatro puntos cardinales del recinto. A casi 2 minutos del comienzo del 5° round, Bonavena ganó la pelea por K.O. Fue un momento increíble.
Aún es recordado como al día siguiente Óscar Bonavena se vistió su traje gris corbatita fina, se ciñó su cinturón de Campeón y salió a las calles del barrio para mostrarse transparente y accesible para la gente de su barrio, así era este fortísimo campeón...

En la memoria de muchos aun resuena...

SOMOS DEL BARRIO
DEL BARRIO DE LA QUEMA....
SOMOS DEL BARRIO
DE RINGO BONAVENA.

Aún después de vencer al ídolo, para muchos argentinos Ringo continuó siendo un cobarde, inestable y agrio capaz de ganar al mejor y perder ante el mas mediocre rival. Lo cierto es que es un milagro que Bonavena pudiera subirse a un ring y realizar una más o menos meritoria carrera, el hecho es bien reflejado en este extracto de Ulises Barrera que dijo de "Ringo" Bonavena:
“Ringo fue un extrañísimo fenómeno, y no sólo por sus ocurrencias, sino porque era un boxeador con pies totalmente planos y sin base de sustentación. Allí me expliqué porqué este hombre para hacer footing tenía que ir al hipódromo, ya que era el único lugar donde se sentía bien corriendo en la arena. Era un milagro que subiera al ring. Solía tirar unos golpes abiertos muy largos que Luis Angel Firpo los llamaba telegramas, porque vienen muy de lejos. Llegar a pelear con Clay e inclusive hacerle temblar la osamenta con un golpe fue una hazaña para Bonavena, tanto que hoy se puede decir recorriendo récords que se convirtió en el peso pesado argentino de mejor trayectoria”.

Es cierto, el 7 de diciembre de 1970 se enfrentó a Muhammad Ali en el Madison Square Garden, perdiendo en el último round después de haberse dado el lujo de derribar a Ali antes haber caído en tres oportunidades, decretándose el KO por reglamento. El mejor recuerdo de Bonavena de su encuentro con Ali es además de lograr derribarle y pelear como un jabato, fue darse el gusto de llamarle “gallina” de permitirse llamarle Clay cuando ya era Alí, sabiendo que eso le molestaba muchísimo. De ese modo jugó a ser Ali. Era la interpretación cinematográfica del hombre que tiene que llamar la atención para que se le de una oportunidad, él mismo afirmaría que para conseguir sus combates tenía que decir cosas que no sentía. El hecho, es que si no fuese de ese modo tampoco nos extrañaría, si no lo hiciera premeditadamente, nos lo creeríamos ya que si es cierto que Bonavena tenía sus defectos la maldad no era uno de ellos; fue sincero y trasparente decía lo que pensaba en cada momento aunque eso doliera o la trajera problemas. Mas minuciosamente mas o menos lo que ocurrió fue así: “Cuando llega Bonavena a Nueva York un día va a un entrenamiento y empieza a gritarle "chicken, chicken... (gallina)". Clay lo miró sorprendido. Luego cuando hacen una suerte de conferencia de prensa previa a la pelea, se presenta y dice: "Soy Muhammad Alí que va a ganar fácilmente este combate". Y Bonavena no se ocupó de eso, sino que asomó la cabeza por encima de las dos personas que lo separaban y le empezó a decir: "Clay, Clay...", y este le respondía mirándolo furiosamente "Alí, soy Muhammad Alí...". Era una cosa increíble porque le estaba tomando el pelo recordando su nombre verdadero y no el que había adoptado desde su bautismo al Islam. Se fue tan enojado y sorprendido a la vez, que todo el mundo comentó que el único individuo que le hizo eso fue Bonavena.”


En el momento de la derrota ante Ali, Ringo poseía tenía 68 peleas en su haber, con 58 victorias, 9 derrotas y un empate.

Ese “no pudo ser” fue sin duda el no conseguir su cetro de campeón mundial, aunque hay que valorar sus rivales en la división. Además de Muhammad Alí también perdió ante Jimmy Ellis y fracasó ante Joe Frazier, quien le ganó dos combates.


El hecho es que tanto los preliminares como el propio combate contra El más Grande gustó de tal modo al público que pronto se comenzó a barajar la posibilidad de la revancha. Después de su baño de multitudes en Argentina de vuelta en los Estados Unidos, Ringo quería dejar de ser cobarde para cierto sector de la sociedad y fue en busca del desquite, su revancha, ante Muhammad Ali. Quería demostrar que tenía pasta de campeón y, también, alzarse con la generosa bolsa del combate.

Ringo fue a EEUU en busca del desquite ante Muhammad Ali. Pero su joven corazón de treinta y tres años fue partido en mil pedazos por la bala asesina disparada por un matón a sueldo desde un fusil treinta-cero-seis, a treinta metros, en el estado de Nevada.
Ocurrió a las puertas de "Mustang Ranch", el cabaret de Joe Conforte, quien había sido durante un período su manager. Vale aclarar que Ringo vivía en una cabaña muy cerca del prostíbulo, y que, por eso, pasaba gran parte de sus días en el mismo.

Esa trágica noche Willard Ross Brymer, un mandado de Conforte, le disparó a Bonavena con un poderoso rifle. Ringo habría discutido con un hombre encargado de la seguridad del lugar, Joe Coletti, apodado Billy el niño, y aparentemente todo estaba premeditado y planeado por Joe Conforte, al enterarse de un supuesto romance del boxeador con su esposa, Sally Conforte, una mujer 26 años mayor que Ringo.
Puede que Brymer estuviera enfadado por que Bonavena había golpeado unos días atrás a su hermano Baby Dean en un entrenamiento. O por que Ringo para asegurarse el permiso de residencia estuvo casado durante diez días con Cheryl Ann Revideaux, una prostituta que le gustaba a Brymer, chica del propio burdel. Sea como fuere, no vale la pena buscar un sentido a algo que no lo tiene.

Ringo fue enterrado el 30 de mayo de 1976 con su pecho ahogado en claveles rojos. Unas 150.000 personas pasaron por el Luna. Era el último adiós al bueno de Ringo.

sábado, 16 de mayo de 2009

¿Corrupción de menores?




Porque a falta de Susanas buenas son las María Elenas.
Una señora ya tenía moscones impertinentes en la cabeza zumbandole preguntas. Hoy, con tanto “bailaniño” televisado, nos resulta oportuno que alguien oriente el blanco sobre negro. Hace exactamente 30 años, siempre tan puntual.

"No hay preguntas indiscretas.
Indiscretas son las respuestas."
Oscar Wilde

Vivimos consumiendo preceptos y productos sin cuestionarlos, por temor a la indiscreción de las respuestas y porque es más seguro acatar rutinas que incurrir en singularidades. Un ejercicio de esclarecimiento podría empezar con estas discretísimas preguntas:
¿Educamos a nuestras niñas para que en el día de mañana (si lo hay) sean ociosas princesas del jet-set? ¿Las educamos para Heidis de almibarados bosques? ¿Las educamos para futuras cortesanas? ¿Las educamos para enanas mentales y superfluas "señoras gordas"?
Así parece, por lo menos en buena parte de la bendita clase media argentina, dada la aberrante insistencia con que se estimula el narcisismo y la coquetería de nuestras niñas y se les escamotea su participación en la realidad.
La nena suele gozar de una envidiable amnesia para repetir la tabla del cuatro junto con una no menos envidiable memoria para detallar el último capítulo del idilio de tal vedette con tal campeón o el menor frunce del penúltimo modelo de Carolina de Mónaco cuando salió a cazar mariposas en Taormina con su digno esposo.
Consentimos y aprobamos que sea maniática consumidora de chafalonía, vestimenta, basura impresa y todo lo que, en fin, represente moda y no verdad. Consentimos que acuda al espejito más neuróticamente que la madrastra de Blancanieves, que sea experta en cosmética, teleteatros y publicidad, que exija chatarra importada o que calce imposibles zuecos para denuedo de traumatólogos.
Formamos una personalidad melindrosa cortando de raíz —porque todo empieza desde el nacimiento— la sensibilidad o el interés que podría sentir por la variada riqueza del universo.
—Es el instinto femenino —dicen algunos psicólogos de calesita. Eso me recuerda una anécdota. El director de una compañía grabadora estaba un día ocupado en comprobar cuántas veces se pasaba determinado disco por la radio.
—¡Qué bien, qué éxito, cómo gusta, cómo lo difunden a cada rato! —aplaudió entusiasmado. Y después agregó —: Claro que hay que ver la cantidad de plata que invertimos en la difusión radial de este tema...
Nosotros también programamos a nuestras niñas como a ese eterno infante que es el público. Les insuflamos manías e intereses adultos, les subvencionamos la trivialidad y luego atribuimos el resultado a su constitución biológica.
Las jugueterías, en vidrieras separadas, ofrecen distintos juguetes para niñas y para varones. En Estados Unidos, no hace muchos años los lugares públicos estaban igualmente divididos "para gente de color" y "para blancos". ¡Dividir para reinar!
A las nenas sólo se les ofrece —o se les impone— juguetería doméstica: ajuares, lavarropas, cocinas, aspiradoras, accesorios de belleza o peluquería.
Si con esto se trata de reforzar las inclinaciones domésticas que trae desde la cuna, ¿por qué no orientarla también hacia la carpintería o la plomería? ¿Acaso no son actividades hogareñas indispensables? Sí, lo son, pero remuneradas. He aquí una respuesta indiscreta.
Los juguetes para varones sortean la monotonía y ofrecen toda la gama de posibilidades humanas y extraterrestres: granjas, tren eléctrico, robots, microscopio, telescopio, equipos de química y electrónica, autos, juegos de ingenio y todo lo que, en fin, estimula las facultades mentales.
¿A la nena no le gustan los animales de granja ni los trenes? ¿No sueña con manejar un coche? ¿No siente curiosidad por el microcosmos o el espacio? ¡Cómo la va a sentir si es cosa de la otra vidriera, la de Gran Jefe Toro Sentado Blanco!
¿Es que el ejercicio de la razón y la imaginación pueden llevarla a la larga a desistir de ser una criatura dependiente y limitada, mano de obra gratuita y personaje ornamental? La respuesta es sumamente indiscreta.
En la casa y la escuela destinamos a la nena a reiterar las más obvias y desabridas manualidades, a remedar las tareas maternas... y a practicar la maledicencia a propósito de indumentaria vecinal.
La nena vive rodeada de dudosos arquetipos y la forzamos a emularlos, comprándole la diadema de la Mujer Maravilla o el manto de cualquier otra maravilla femenil. No falta tío que ponga en sus manos un ejemplar de "Cómo ser bella y coqueta", otro espejito más o la centésima muñeca.
Salvo raras excepciones como Reportajes Supersónicos de Syria Poletti, cuya heroína es una pequeña periodista, el papel impreso que suele frecuentar la nena —incluido el libro de lectura— le muestra a mujeres que, en la más alta cima del intelecto, son maestras. Las demás, aparte de consabidas hadas y brujas, son siempre domadas princesas o abotargadas amas de casas.
La nena sabe, por las revistas que devora como una leona, que en este mundo no hay mujeres dedicadas a las más diversas tareas, por necesidad o por ganas. Lo que es más grave y contradictorio, le enseñan a soslayar el hecho de que su propia madre trabaja afuera o estudia, como si éste no fuera modelo apropiado dada su excentricidad. Jamás vio —y si lo vio mojó el dedo y pasó la página— que hay mujeres obreras, pilotos, juezas o estadistas. Es tan avaro el espacio que los medios les dedican, ocupados como están en la promoción de Miss Tal o la siempre recordable Cristina Onassis.
Educar para el ocio, la servidumbre y la trivialidad, ¿no significa corromper la sagrada potencia del ser humano?
Por suerte, esta criatura vestida de rosa (no faltará quien diga, confundiendo otra vez causas con efectos, que las nenas nacen de rosa y los varones de celeste, cuando este negocio de los colores distintivos fue invento de una partera italiana, allá por 1919), esta criatura, digo, es fuerte y rebelde, dotada de una capacidad de supervivencia extraordinaria. La nena, en muchos casos, renegará de la manipulación y decidirá ser una persona. Pero ¿quién puede medir la dificultad de la contramarcha y la energía desperdiciada en librarse de tanta tilinguería adulta?
Mientras modelan a la pequeña odalisca remilgada, el tiempo pasa y llega la hora de la pubertad. Entonces los adultos se alarman porque la nena asusta con precoces aspavientos sexuales y emprende calamitosamente los estudios secundarios. Terminó los primarios como pudo, entre espejitos, telenovelas, chismografía y exhibicionismo fomentados y aprobados, pero al trasponer la pubertad se le reprocha todo esto y empieza a hacerse acreedora al desprecio que la banalidad inspira a quienes mejor la imponen y más caro la venden.
Los mayores ponen el grito en el cielo porque la nena no da señales de ir a transformarse en una Alfonsina Storni. Ahí empieza a tallar el prestigio de la cultura —desmesurado porque se trata de otra forma del culto al exitismo individual— y florece una tardía sospecha de que la nena no fue educada razonablemente. Cuando las papas queman, esos pobres padres de clase media argentina comprenden por fin que no son Grace y Rainiero y que la tierra que pisan no es Disneylandia.
En ese preciso momento aparece también el espantajo de la TV, esa culpable de todo. ¿Y quién delegó en ella las tareas de institutriz? La mediocridad de la TV no hace sino colaborar en la fabricación en serie de ciudadanas despistadas.
No se trata de reavivar severidades conventuales ni se trata de desvalorizar el trabajo doméstico ni inquietudes que, mejor orientadas, podrían ser simplemente estéticas. No se trata tampoco de mudarse de vidriera para suponer, por ejemplo, que el automovilismo es más meritorio que el arte culinario, o la cursilería más despreciable que el matonismo.
Toda criatura humana debe aprender a bastarse y cooperar en el trabajo hogareño y a cuidar, si quiere, su apariencia. Lo grave consiste en convencer a la criatura femenina de que el mundo termina allí.
Se trata de comprender que la niña no tiene opción, que es inducida compulsivamente a la frivolidad y la dependencia, que por tradición se le practica un lavado de cerebro que le impide elegir otra conducta y alimentar otros intereses.
La frivolidad no es un defecto truculento que merezca anatemas al estilo cuáquero o musulmán. Lo truculento consiste en hacerle creer a alguien que ése es su único destino, incompatible con el uso de la inteligencia. Lo grave consiste en confundir un espontáneo juego imitativo de la madre con una fatalidad excluyente de otras funciones.
A la nena no se le permite formar su personalidad libremente: se la dan toda hecha, y aprendices de jíbaros le reducen el cerebro para luego convencerla de que nació reducida. La instigan a practicar un desenfrenado culto a las apariencias y a desdeñar su propia y diversa riqueza humana. La recortan y pegan para luego culparla porque es una figurita. La educan, en fin, para pequeña cortesana de un mundo en liquidación.
¿No es eso corrupción de menores?
María Elena Walsh.
Clarín, jueves 5 de abril de 1979.

viernes, 8 de mayo de 2009

Disculpen la molestia.



Eduardo Galeano
Reflexión del día en el programa La Mañana conducido por Víctor Hugo Morales en Radio Continental, el 6 de mayo.




Quiero compartir algunas preguntas, unas moscas que me andan zumbando en la cabeza que tienen que ver con la justicia: si es justa la justicia, si está parada sobre sus pies, la justicia del mundo al revés? Porque ahora se escuchan clamores por todas partes exigiendo la pena de muerte, pero no demandan castigo sobre los amos del mundo esos clamores, faltaba más, los clamores claman contra los asesinos que usan navaja, no contra los que usan misiles, y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social.

Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, cada minuto tres millones de dólares a los gastos militares mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable?. Contra quién se arma hasta los dientes la llamada comunidad internacional? Se arma contra la pobreza o contra los pobres? Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? O a caso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, mal pagados, repitiéndole noche y día, día y noche que ser es tener; tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener y quien no tiene no es.

Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. Hoy fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías. Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce inexplicable para los extraterrestres y también insoportable para los terrestres que todavía queremos contra toda evidencia sobrevivir. Los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando de paso al planeta y a todos sus habitantes. Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo que fabrica, que justifica los enemigos del derroche militar y policial; y en tren de implantar la pena de muerte: qué tal si condenamos a muerte al miedo? No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales, los sembradores de pánico que nos condenan a la soledad y nos prohíben la solidaridad, sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros. El prójimo es siempre un peligro que acecha. Ojo mucho cuidado, este te robará, aquel te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente es seguro que te contagia la peste porcina.

En el mundo al revés dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Pero, no nacieron para caminar juntos, bien pegaditos el sentido común y la justicia?
Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos, una de las consecuencias de esta crisis mundial feroz es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común y alguito de sentido de la justicia, no tendríamos que celebrar esa buena noticia? O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia? Desde el punto de vista de la naturaleza que estará un poquito menos envenenada y desde punto de vista de los peatones que morirán un poquito menos.
Según Louis Carrol la reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el País de las maravillas. Dijo la reina: ahí lo tienes, está encerrado en la cárcel cumpliendo su condena pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles y por supuesto, el crimen será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispo Hernán Gandulfo Romero comprobó, que la justicia como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados como en el cuento de la reina, por delito de nacimiento.
El resultado de las recientes elecciones en El Salvador no es de alguna manera un homenaje? Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa.
En el reino de la injusticia a veces terminan mal las historias de la Historia, pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.